La traducción es mía. El original en inglés puede consultarse haciendo click aquí
La expansión de una
ignorancia que raya en la estupidez es nuestra nueva meta nacional. Es inútil
pretender lo contrario y decir, como dijo Thomas Friedman en el Times hace unos
días, que las personas instruidas son el recurso más importante de la
nación. Por supuesto: lo son, pero ¿los queremos con
nosotros? No me parece que lo hagamos. El ciudadano ideal de un Estado
corrupto, como el que ahora tenemos, es un ingenuo imbécil sin la capacidad de
distinguir entre la verdad y la idiotez.
A una población
educada y bien informada, del tipo que una democracia funcional requiere, sería
muy difícil mentirle, y no podría ser dirigida por los varios intereses que van
arruinando este país. La mayor parte de nuestros políticos y de sus
asesores y allegados se encontrarían sin trabajo, lo mismo que los tarados que
se hacen llamar “creadores o líderes de opinión”. Afortunadamente para
ellos, nada tan catastrófico, incluso si es bien merecido y pudiera ser
mayoritariamente bienvenido, tiene posibilidad de suceder remotamente pronto.
Para empezar, se hace mucho más dinero de los ignorantes que de los ilustrados,
y engañar a los estadounidenses es una de las pocas industrias en franco
crecimiento que todavía tenemos en el país. Una población verdaderamente
educada sería mala tanto para los políticos, como para los negocios.
Ha costado años de
indiferencia y estupidez continuas llegar a hacernos tan ignorantes como somos
ahora. Cualquiera que haya dado clase en una universidad por 40 años o
más, como yo lo he hecho, puede decir cuan menos saben cada año los estudiantes
de nuevo ingreso. Al principio fue sorprendente, pero ya no es novedad para un
profesor universitario que la buena y curiosa juventud inscrita en nuestros
cursos no tenga la habilidad necesaria para comprender la mayor parte del
material que se le está enseñando. Enseñar literatura norteamericana, como yo
lo he hecho, se ha vuelto más y más difícil en años recientes, dado que los estudiantes
leen poca literatura antes de la universidad y muchas veces carecen de la más
básica información acerca del periodo histórico en que la novela o poema fue
escrito, incluyendo qué ideas o asuntos importantes ocupaban a la gente
pensante de ese momento.
Incluso la historia
regional se ha desatendido. Estudiantes que vienen de los pueblos industriales
de nueva Inglaterra no han, como he descubierto, aprendido acerca de las
famosas huelgas de sus comunidades, durante las cuales los trabajadores fueron asesinados
a sangre fría y los perpetradores escaparon impunemente. No me sorprendió que
sus preparatorias fueran cautelosas a la hora de hablar de estos hechos, pero
me dejó atónito el hecho de que sus padres, abuelos y cualquiera con quienes
tuvieran contacto mientras crecían nunca mencionase estos ejemplos de terrible
injusticia. O las familias nunca hablaron del pasado, o los niños no ponían
atención cuando lo hicieron. De cualquier manera, uno se enfrenta con el
problema de cómo remediar tan vasta ignorancia acerca de cosas con las que
deberían estar familiarizados, como lo estuvieron las generaciones de
estudiantes anteriores a ellos.
Si esta falta de conocimiento es el resultado de años de
exagerada simplificación de los contenidos de preparatoria, y del hecho de que
las familias no le hablen a sus hijos del pasado, entonces hay otro
pernicioso modo de ignorancia que ahora enfrentamos. Es el producto de años de
polarización ideológica y política, y del deliberado esfuerzo por parte de los
partidos más intolerantes y fanáticos por crear más ignorancia mintiendo acerca
de muchos aspectos de nuestra historia y hasta de nuestro pasado reciente.
Recuerdo mi asombro hace unos años cuando leí que la mayoría de los americanos
dijeron a encuestadores que Saddam Hussein estaba detrás de los atentados
terroristas del 11 de septiembre. Me pareció una hazaña de propaganda que
superaba a las de los peores regímenes autoritarios del pasado, muchos de los
cuales tuvieron que recurrir a campos de trabajo y pelotones de fusilamiento
para obligar a su gente a creer alguna falsedad, sin éxito comparable al que
veo ahora.
Sin duda, el internet y la televisión por cable han permitido a varios
intereses políticos y corporativos extender la desinformación en una escala que
antes no era posible, pero que esa desinformación sea creída requiere una
población mal educada, desacostumbrada a verificar las cosas que le son dichas.
¿En qué otro lugar del mundo un presidente que rescató bancos con dinero de los
contribuyentes, permitiendo que el resto de nosotros perdiéramos 12 trillones
de dólares en inversiones, retiro y valores de vivienda, puede ser llamado
“socialista”?
En el pasado, si alguien no sabía nada y hablaba sinsentido, nadie le
prestaba atención. Eso ya no sucede. Ahora esa gente es procurada y halagada
por políticos e ideólogos conservadores que los llaman “americanos verdaderos”,
defendiendo su país del gran gobierno y las educadas élites liberales. La
prensa los entrevista y reporta sus opiniones seriamente sin señalar la
imbecilidad de lo que creen. Estos mercaderes que los manipulan para el
beneficio de los intereses financieros, saben que pueden hacer que cualquier
cosa sea creída porque, para el ignorante y el tonto, las mentiras suenan
siempre mejor que la verdad:
Los cristianos son perseguidos en este país.
El gobierno viene a quitarte tus armas.
Obama es musulmán.
El calentamiento global es un engaño.
El presidente está forzando homosexualidad abierta
en el ejército.
Las escuelas apoyan una agenda de izquierda.
El seguro social es un privilegio, al igual que la beneficiencia social.
Obama odia a los blancos.
La vida en la tierra tiene 10,000 años de existencia,
y el universo también.
La red de seguridad social contribuye a la pobreza.
El gobierno esta tomando tu dinero y dándoselo a
colegialas locas y sexuales para pagar por sus anticonceptivos.
Uno podría fácilmente enlistar muchas otras tonterías
creídas por los americanos. Son mantenidas en circulación por cientos de medios
religiosos y de derecha, cuya función es fabricar una realidad alternativa para
sus televidentes y escuchas. “La estupidez es a veces la mayor de las fuerzas
históricas” dijo Sidney Hook una vez. Sin duda. Lo que tenemos en este país es
una rebelión de mentes chatas contra el intelecto. Por eso se ama a los
políticos que arremeten contra maestros que adoctrinan niños contra los valores
de sus padres y se siente resentimiento contra aquellos que muestran habilidad
para pensar seria e independientemente. A pesar de su bravuconería, siempre
podemos contar con que estos tontos voten en contra de sus propios intereses. Y
eso, hasta donde me concierne, es el motivo por el cual millones de dólares son
gastados en mantener en la ignorancia a mis conciudadanos.
Marzo 20, 2012, 10:55 a.m.