Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado
a muchas otras que tampoco he dicho.
Wislawa Szymborska
—Yo sé quién soy — respondió don Quijote—
Miguel de Cervantes
Hace unos años, en Cincinnati, tuve otra vez la urgencia de llamarle por teléfono a Armando Romero. No era para pedirle orientación con mi tesis doctoral—Armando era mi asesor—sino para preguntarle sobre un poema, sobre la escritura de un poema. Tampoco era una consulta técnica: no se trataba de “resolver” el poema, sino de concebirlo. Andaba inseguro de mi camino, de mis decisiones poéticas, que a estas alturas son decisiones vitales.
Armando me dijo: “Uno solamente puede hablar de lo que es, viejo. No hay otra opción. Si uno se empieza a inventar mascaras para escribir…”
Me es imposible recordar la conversación completa, pero sé que fue la reafirmación de algo que yo mismo he recomendado: hay que hablar de lo que se necesita hablar, antes que de cualquier otra cosa. Aquella tarde, estando inseguro acerca de la “relevancia” de los temas que me obsesionan (el silencio, la muerte, la belleza, el deseo…), la voz de Armando me regresó las certezas de que todos los temas pueden ser poesía, y de que cada quien explora su propia humanidad como le corresponde, o como puede.
Escribo esto porque veo muchos poetas jóvenes angustiados porque hablan de temas “ya superados”, y porque veo frente a ellos a otros, muy seguros de sí mismos, a los cuales hablar del alma les da “ternurita” y la mención de lo bello les provoca arcadas, o carcajadas. Estos últimos hablan siempre con seguridad y no pocas veces con condescendencia.
Allá ellos.
Yo creo que no hemos superado la muerte, ni muchos otros temas.
Creo que la belleza sigue siendo un misterio y que la trascendencia (lo digo de nuevo: la trascendencia) se revela en los cuerpos.
Creo que el tiempo todavía nos inquieta, y que la poesía es un modo de perpetuar lo que amamos.
Creo en el amor en el poema.
Creo en el poema como un camino al silencio.
Creo en la voz y en su música.
Creo en la poesía como una forma de la libertad, y prefiero la tontería de hablar de estas cosas a la tontería de no hablar de ellas.
Pero no estoy seguro de tener razón, en todo caso: que cada quien elija su locura.
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