Tuesday, December 09, 2008



Sobre la obra de Juan Esteban Chavez Trava






Algo más que un esbozo


Periodico Por esto! (Mérida, Yucatán, México)
Martes, 09 de Diciembre de 2008 00:00



Manuel J. Tejada Loría


http://poresto.net/cultura/10319-algo-mas-que-un-esbozo-






Es yucateco antes que nada y nació en 1983, pero en su haber ya tiene tres libros, incluyendo este último, su primera novela que presentó el pasado viernes 5 de diciembre en la biblioteca José Martí. También es licenciado en Literatura Latinoamericana, por parte de la Universidad Autónoma de Yucatán, y ha impartido talleres literarios y de guionismo en distintos foros.Con extraordinaria voluntad y con una narrativa vertiginosa, Juan Esteban Chávez Trava tira la primera piedra con su novela La continuación. Esbozo novelesco de la ruptura, al pasar de la narración anecdótica -esa prosa que al finalizar nos deja con un “y luego qué- a una narración que logra comunicarnos algo y que invita al diálogo reflexivo.Novela corta, La continuación. Esbozo novelesco de la ruptura presenta un esquema narrativo sencillo y bien pulido, nada sobra en cada capítulo, ni nada falta y todo está relacionado de tal manera, que su lectura prescinde de esfuerzos extraordinarios. Con esto no estoy diciendo que la lectura sea ligera por defecto, sino que el autor procura a cada instante no dejar ningún cabo suelto que desvíe la atención del lector.Otra muestra de virtud reside en la acertada construcción de los protagonistas de esta novela, Amelia y Duilio, cuya historia sentimental nos lleva a mirar la vida de un grupo de jóvenes de la clase media alta que, en sus ratos de ocio, beben cerveza sin hartazgo mientras miran videos, escuchan música y fuman marihuana en un mundo donde nada parece importar. No obstante, la pérdida inusitada de este control aparente -producida por una inminente ruptura- hace que este esbozo de realidad concrete su verosimilitud en el terreno de los sentimientos humanos, donde sin lugar a dudas, sucede la identificación entre el lector y la vida, y en donde este texto adquiere su valor literario.Ambientada en una ciudad cuyos referentes hacen pensar en Mérida, la novela trasciende a todo esto (incluyendo la mención de Beyhualé, un franco homenaje a Don Joaquín Bestard Vázquez, a la vez que un guiño de ojo para el buen entendedor), puesto que la discusión se mueve en otra latitud, la del autodescubrimiento en los personajes.Para el escritor Adrián Curiel, la aparición de esta novela “anuncia tiempos de bonanza en el panorama de la literatura mexicana de los próximos años” y no es para menos. Juan Esteban Chávez Trava, con su novela está intercediendo por una narrativa tejida desde la inteligencia y no desde la catarsis, está proponiendo que se comience a discutir realmente, la sociedad, la juventud, la libertad y otros tantos temas que en esta ocasión se incluyen en La continuación. Esbozo novelesco de la ruptura.Sin duda, más que un esbozo, esta gran novela de Chávez Trava marca el comienzo de un difícil reto para las recientes generaciones de escritores que se han decidido a novelar. Ahí viene Rafael Gómez Chí, con El delirio de un alebrije y la cual reseñaremos más adelante.Addenda necesariaLo bueno: Esta nueva apuesta novelesca podría aprovecharse para el fomento del hábito a la lectura puesto que la temática que aborda va dirigida a un público joven y ávido de novedad, por lo que ojalá sea presentado no sólo en escuelas sino también en otras ciudades.Lo malo: Quizá el autor pudo haber profundizado más en otros personajes interesantes como Galia, cuya intelectualidad pasó sin más.Lo negro: A pesar de ser una novela avalada por el Consejo Municipal de Ediciones Literarias sólo se editaron 500 ejemplares.

Thursday, December 04, 2008

A UNA FLOR INMERSA

ALÍ CHUMACERO

Cae la rosa, cae atravesando el agua,
lenta por el cristal de sombra
en que su tallo ahoga;
desciende imperceptible,
clara, ingrávida, pura
y las olas la cubren, la desnudan,
la vuelven a su aroma,
hácenla navegante por la savia
que de la tierra nace
y asciende temblorosa,
desborda la ternura de su tacto
en verde prisionero,
y al fin revienta en flor
como el esclavo que de noche sueña
en una luz que rompa
los orígenes de su sueño,
como el desnudo ciervo, cuando la fuente brota,
que moja con su vaho la corriente
destrozando su imagen.

Cae más aún, cae
más allá de su savia,
sobre la losa del sepulcro,
en la mirada de un canario herido
que atreve el último aletazo
para internarse mudo entre las sombras.
Cae sobre mi mano
inclinándose más y más al tacto,
cede a su suavidad de sábana mortuoria
y como un pálido recuerdo
o ángel desalado
pierde una estela de su aroma,
deja una huella pie que no se posa
y yeso que se apaga en el silencio.
ENTREVISTA CON ALÍ CHUMACERO

Poeta


Entrevista: Ramón Morales e Ivonne Bacha
Texto: Ramón Serrrano


en http://www.lideresmexicanos.com/articulos.php?id_sec=44&id_art=650&id_ejemplar=70




Ni arquitecto de un complejo sistema literario como Octavio Paz, ni orfebre de versos sencillos y populares como Jaime Sabines, la poesía de Alí Chumacero es concentrada, esencial, un trabajo depurado y reflexivo, un delicatessen propio de lectores experimentados y demandantes. Si a esto se agrega su tenacidad como editor del Fondo de Cultura Económica, su quehacer crítico con carácter didáctico (pero no por eso menos riguroso) y su charla incisiva y erudita, bien podemos reconocer en Alí Chumacero a un personaje obligado de la literatura mexicana, que a sus 88 años, según él mismo dice, apenas está empezando a vivir.
Antes de la entrevista, Alí desmitifica la mitificación de un poeta
¿Por qué tendremos esta malsana impresión de que los poetas son personajes graves, melancólicos, siempre inmiscuidos en un tema insondable, que los mortales apenas podemos aprehender? Con esta actitud llegamos a casa de Alí Chumacero, por los rumbos de la colonia San Miguel Chapultepec. Como si quisiera magnificar el malentendido, Chumacero nos hace pasar a su biblioteca, impresionante porque no tiene la prolijidad de una biblioteca de museo; el desorden de papeles y libros dejados al descuido por todas partes, permiten reconocer una biblioteca viva, donde la búsqueda de un dato o el querer recordar un verso crea capas geológicas de libros, apuntes, escritos, hojas de la vida cotidiana y de la vida interna.
Pero más impresiona la actitud de Alí. A sus ocho décadas de vida, de verdad parece estar pasando por su primera juventud. Con la seriedad de los mejores humoristas, se nos planta y nos pregunta qué queremos de él. “¿Fotos donde me vea muy poeta?” Y se toca el mentón fingiendo una reflexión demasiado afectada. “Así les gusta que salgan los poetas, ¿no?”, se sigue divirtiendo, mientras nos da el tenor de la charla: una entrevista donde el humor salpica los comentarios, donde la frase irónica refleja el pensamiento y la erudición. A fin de cuentas, Alí Chumacero sabe que todo es un juego de palabras. Desde ahí ha erigido una de las obras poéticas más depuradas y consistentes de nuestra literatura.
La importancia de llamarse Alí
Acaba de cumplir 88 años y apenas va terminando con la primera etapa de su vida, porque tiene planeado vivir 400. “Venir aquí por unos cuantos años no vale la pena. Quiero ser testigo de la historia, no sólo de unas cuantas etapas sino de la historia, conocer qué ha pasado y además tener armas suficientes para expresarlo, para explicar qué va a pasar.” No duda que en estas explicaciones uno pudiera equivocarse, pero al menos tiene la seguridad de saber que lo dicho está fundando en la propia experiencia. “El hombre sin experiencia es más divertido pero menos seguro, el hombre con experiencia es aburrido pero es menos inseguro”.
Es de Acaponeta, Nayarit, del 9 de julio de 1918. Su nombre se lo debe a una excentricidad de su abuelo, a quien le gustaban leer revistas extranjeras y en una encontró a un niño árabe llamado Alí. Al abuelo le gustó el niño, el nombre, y le puso Alí a su hijo. “Y como mi papá no se iba a quedar solo con la ofensa, me pasó a mí el nombrecito”.
Los Chumacero provienen de Tlaxcala, desde ahí se desperdigaron a Puebla, Veracruz y Nayarit. El padre de Alí era comerciante, tenía una ferretería y leía. En Acaponeta se le consideraba el sabio del pueblo. En un tocadiscos ponía música de Caruso. Y tenía una pequeña biblioteca, entre los que se encontraban los libros verdes de José Vasconcelos.
Alí Chumacero estudió en Guadalajara desde 1929. Estuvo en un colegio católico, famoso porque su director había participado en la Guerra Cristera. “Estuve cerca de un mundo religioso muy bonito y muy cansado, todos los días iba a misa y rezaba el rosario; rezaba antes de comer, después de comer, antes de empezar las clases; rezaba 14 veces al día y me hice muy católico, pero pasé a la secundaria oficial y ahí conocí otras formas de pensamiento que era necesario respetar. Sigo con esas ideas del respeto, sigo pensando que si la gente cree en Mahoma pues allá ellos, pero hay que respetar a la gente”.
Desde los 12 años empezó a leer novelas de Búfalo Bill, Raffles y Conan Doyle. Siguió Emilio Salgari y de ahí encontró a su primer poeta, Amado Nervo. “Me inicié en la poesía de Nervo, que es ideal para un muchacho que empieza a sentir curiosidad por las muchachas. Yo sentí esa curiosidad muy prematuramente y de eso juro que no me arrepiento. Ya de niñito veía a las muchachas, para qué les cuento a la profesora, entonces eso influye en la poesía, hace que el poeta salga de sí mismo y se proyecte”. Además de las muchachas, se obsesionaba de otras cosas: la lectura, el conocimiento, la poesía. Y como suele ocurrir con los grandes obsesivos de estas artes, fue corrido de su escuela y debió venir a la capital.
Es una maravilla haber nacido
Alí Chumacero llegó a la Ciudad de México en 1937. Era una ciudad cardenista y la efervescencia socialista se respiraba en las calles, causando suspicacias en la gente bien. Para Alí, sin embargo, era tierra de Jauja. “En Guadalajara me expulsaron de la Universidad por comunista, entonces estaba de moda expulsar a los muchachos que se portaban mal por comunistas y como era yo liberalón no me respetaron”. Vivió con dificultades, en la calle de Costa Rica, en vecindades donde había miseria y el gusto malsano de la sordidez. Su padre le mandaba giros de 20 pesos, “que en aquella época era un dinero apreciable”. Más preocupado por leer que por hacerse de un futuro, Alí corría a las bibliotecas en ayunas; con este régimen logró conocer todas las de la ciudad. “Empecé a leer millones de libros y cuando llegan los centavos de mi papá me compraba un libro más, era mi vicio. Empecé a ver el mundo y me gustó mucho, me dije que era una maravilla haber nacido, a veces no comía y la pasaba muy mal”.
Ya había publicado poesía en Guadalajara, lo mismo en la publicación estudiantil Estudiantina que en la revista Nueva Galicia. En México siguió escribiendo y leyendo, aunque no trabajaba. “Confieso que no me gusta trabajar, he trabajado porque tengo que hacerlo pero no me gusta, prefiero estar encerrado en la biblioteca leyendo”. Encontró a tiempo un trabajo adecuado para alguien amigo de la lectura. “Hace 55 años trabajo en el Fondo de Cultura Económica. Ahí he estado ahí muy contento, sé hacer libros, preparar una edición; tengo experiencia muy reconocida en la manufactura de libros. Muchas veces me han querido sacar del Fondo para hacer otra cosa, pero prefiero estar encerrado en una oficinita viendo papeles, viendo libros, que ha sido mi vida”.
El Fondo estaba en Pánuco 63, en la aún prestigiada colonia Juárez. Alí siguió dedicado a los libros y escribía poemas de vez en cuando. “He escrito y he publicado muy poco, no me importa tanto ser autor como ser lector”. Quizá a esta elección se deba que su producción sea tan breve. Tres libros comprenden su labor poética: Páramo de sueños (1940), Imágenes desterradas (1948) y Palabras en reposo (1956). Una labor poética que apenas alcanza 16 años. “Yo reuní mis poemas en tres libros, después he escrito poemas sueltos y los he agregado, pero son tres libros nada más. El primero está un poco mal hecho por ser de juventud, el segundo lo hice de poemas diferentes que iban quedando ahí, y el tercero ya es un libro importante. A veces también escribo poemas de relajo, un amigo cada año va al Fondo y le tengo algún poema de vacilón y se lo doy, le digo: ‘cuídalo, porque es la única copia que hay, es una joya’, pero son décimas, tonterías”.
Esta somera producción poética tiene su explicación en la forma rigurosa con que Chumacero aborda el fenómeno poético. No es poeta del arrebato pasional, sino del escrupuloso pulimento del verso. Octavio Paz describió su poesía “como si el poema fuese un objeto verbal construido conforme a las leyes de una geometría fantástica y que, al girar en el espacio mental, se entreabriese hacia territorios vertiginosos, masas de oscuridad y precipicios por donde la luz se despeña”.
Los temas son cotidianos, pero secretos y conspiratorios; lo mismo habla de los salones de baile que de las alcobas de los amantes, los sentimientos difícilmente descifrables, la salvación crepuscular que ocurre en una ciudad todavía teñida de provincia. El mismo Chumacero es capaz de hablar de su poesía con rigor. “Mi poema más famoso se llama ‘Poema de amorosa raíz’; no es un buen poema desde el punto de vista técnico, porque es una numeración sostenida por un verso fuerte que aguanta toda una columna enumerativa. Eso me dijo Villaurrutia cuando lo leyó: ‘te quedaste a la mitad del poema, tenías que haber seguido para dar la conclusión’. ‘No’, respondí, ‘precisamente por eso puse ese verso, está a toda máquina, un verso fuerte que aguantó todo eso’, pero en efecto, desde el punto de vista de la composición no es un gran poema, aunque tiene gracia y a la gente le gusta mucho”.
Aunque su poema más popular es ‘Poema de amorosa raíz’, la crítica ha acordado en reconocer como el más logrado al ‘Responso del peregrino’, que el crítico Gabriel Bernal describe como “una alianza entre dos reinos aparentemente opuestos: el de los mitos populares y el de los arcanos”.
Se le ha reprochado a Alí Chumacero que su labor poética apenas se centre en tres libros. El poeta Marco Antonio Campos recuerda en algún texto: “Una vez cierto muchacho se le acercó a Alí Chumacero y le preguntó: ‘Oiga, por qué le han hecho a usted tantos homenajes si sólo ha escrito un gran libro’, y él contestó: ‘Imagínate si hubiera escrito dos’”.
Los trabajos del poeta
No menos importante que su labor poética, ha sido la de editor y periodista cultural. Desde los tiempos en Guadalajara había participado en revistas como Nueva Galicia; en la Ciudad de México también participó en proyectos editoriales, de ellos, el más importante fue la revista Tierra Nueva, que realizó al lado del poeta Jorge González Durán, el crítico José Luis Martínez y Leopoldo Zea, y en la que colaboraron otros jóvenes como Manuel Calvillo, José Cárdenas Peña, Bernardo Casanueva Mazo, Francisco Giner de los Ríos y Alfredo Cardona Peña. Heredera cronológica de la revista Taller de Octavio Paz –Taller terminó en 1941; en 1940 nacería la publicación de Chumacero–, Tierra Nueva se distinguía por no asumir alguna posición política específica. “Taller estaba hecha por gente de izquierda: Octavio Paz entonces era de izquierda; Efraín Huerta era del Partido Comunista y Neftalí Beltrán no era comunista pero tenía la influencia de los tiempos: la Guerra Civil Española, el fascismo, etc”.
En Tierra Nueva, en cambio, los matices ideológicos eran dispares: “José Luis Martínez era católico, yo era medio rojillo y González Durán era del PRI; entonces estaban representadas las tres corrientes. También estaba Leopoldo Zea, un hombre muy capaz pero muy silencioso, no perturbaba las reuniones. Era una revista que no tenía nada que ver con lo político. Hicimos 14 números muy buenos y luego nos dispersamos”.
Pero en Chumacero quedó el interés por la tipografía, la edición y el periodismo cultural, labor que realizó durante varias décadas y de la cual se recogió parte importante en el libro Los momentos críticos, que reúnen su actividad como ensayista y crítico. “Escribí horrores. Apliqué la teoría de José Gaos, quien nos puso a manejar libros de acuerdo con su técnica. Decía: ‘háganme una crítica de este libro pero exponiendo qué dice’, porque es muy común que el literato hable ante gente que no ha leído el libro y no se entera de nada, entonces yo hice crítica exponiendo el libro, hablando bien o mal, pero dejando ver de qué trata. Esa era mi forma, copiada de Gaos, de hacer crítica literaria. Escribí sobre algunos poetas con ese criterio, como sobre Owen, también expliqué muy bien de qué se trataba Villaurrutia. Así el que lee el prólogo se informa, se entera, y ya le entra un conocimiento”.
Esta labor le ha hecho participar en diferentes proyectos, como lo son la revista Letras de México, el periódico El Nacional, México en la Cultura, de Novedades, y La Cultura en México, de la revista Siempre!, ambas bajo el mando de Fernando Benítez. Su labor en la UNAM lo ufanan de ser uno de sus pilares más sólidos, sin haber pasado nunca por sus aulas. “Yo no soy universitario pero siempre he estado en contacto con la Universidad, desde 1940 he tenido contacto con ella en revistas y en lo que les hiciera falta. Fui a la Facultad de Filosofía y Letras como oyente, era amigo de los profesores como Gaos, Torri, y de otros profesores que tenían cierto prestigio”.
En cambio, es mucho más patente su paso por el Centro Mexicano de Escritores, donde convivió como becario con gente como Juan Rulfo, Juan José Arreola, Ricardo Garibay y Luisa Josefina Hernández, y después, como coordinador, influyó en la escritura de una buena decena de libros de poesía. “Las becas me parecen fatales, he escuchado varias veces a poetas angustiados porque se les está acabando la beca y eso es peligroso, pero no puedo opinar públicamente porque yo he sido becario. Cuando me la dieron yo ya no era muy joven, fue en 1951, yo no quería aceptarla pero se me vinieron encima todos, hasta mi mujer. Fui de la segunda generación del Centro Mexicano de Escritores, ganaba entonces 950 pesos mensuales y la beca era de mil 80, era un dineral que duplicaba mis ingresos”.
La labor de Chumacero, primero como becario, y después como asesor del Centro, hicieron que se volviera uno de los maestros indispensables de las generaciones de poetas posteriores. El legado de Chumacero no es teórico, sino práctico, su pedagogía poco tiene de pizarrones, siempre está más cerca de la punta del lápiz y la goma de borrar. Este oficio acaso le permita mantener amistad con autores jóvenes, con quienes el mismo Chumacero se revitaliza a cada momento. “Yo ando con jóvenes como Montemayor, que tiene 58 ó 56 años; es de la generación de mis hijos, también voy con gente como Daniel Leyva o Saúl Juárez. Son hombres maduros, pero comparados conmigo son unos chiquillos, ninguno de mi edad. El único viejo que yo veía era Henestrosa, que tiene 100 años, pero ya no sale, está metido en su casa”.
Vida de poeta
En alguno de sus ensayos, Chumacero hace una apología del ocio como forma de conocimiento del escritor. Se burla de quienes critican a los escritores porque trabajan mientras leen en su cama, y asume la poesía como un arte que se trabaja lenta y sabiamente, sin las presiones del exterior, sólo atendiendo al influjo interno del que escribe. “La poesía no se estructura como una novela; sale de pronto, fluye el primer verso, luego agarras un lápiz y va pasando. Yo me guió por la perfección del verso. En la generación de Paz eran poetas desordenados, aventaban versos a lo loco, a mi no se me va, hay una conciencia absoluta del verso, no sólo por lo que está diciendo sino cómo lo está diciendo, porque para mí la poesía no es una palabra de referencia, es una síntesis de cosas, de insinuaciones”.
Sin embargo, el que Alí Chumacero sea un poeta riguroso no lo hace igual en su vida cotidiana, donde procura vivir entre los placeres cotidianos, capoteando lo bueno o lo malo con el mismo espíritu socarrón. “No soy de los escritores que creen que la vida es mala, tampoco es que sea buena, hay que vivirla como sea, es lo bonito. Tampoco voy a decir que soy feliz, ni lo permita Dios. La felicidad es para los tontos y yo no soy tonto. No hay felicidad, hay una vida preciosa que hay que vivir y estar en ella”.
Aficionado a los toros, le emociona la forma fina, elegante, y a la vez la barbarie de la fiesta brava. “Es un arte irregular, casi nunca hay una gran faena porque el toro se va, o no colabora, pero todavía los babosos quieren que colabore. No me gusta que los aficionados digan que no es un arte bárbaro, es un arte barbarísimo pero ni modo, al pobre animal lo pinchan, lo hacen pedazos y luego le meten un sable, pero es un arte muy bonito”.
Su obra poética pronto será editada en España. Será una forma de difundir una obra que se ha mantenido en los círculos poéticos locales. Alí Chumacero finge no estar muy a gusto con el proyecto, dice evitar la fama, pero tampoco desdeña los reconocimientos que ha conseguido a lo largo de más de 70 años de escritura.
También es un buen bebedor de whisky, que suele compartir con amigos como Carlos Montemayor, mientras hablan de política o de la vidita literaria. Sabe que la vida es demasiado seria como para tomarla en serio, por eso prefiere asumirla desde la vía del humor. “Los poetas que no nos sentimos poetas nos la pasamos a toda máquina, Paz sí era muy intelectual, muy serio. Por suerte habemos otros que no”.

Wednesday, July 09, 2008



Gracias al apoyo del Gobierno del Estado, a través de la Subdirección de Literatura y Promoción Editorial, en coordinación con la Red Literaria del Sureste.


Conferencias sobre la propuesta poetica del grupo Origenes y la obra de Gaston Baquero, por Manuel Iris


Los datos rápidos son:


Martes 15 de Julio, 20:00 horas

Biblioteca Pública Manuel Cepeda Peraza (55 x 62, centro histórico)

Conferencia: Jardines invisibles: la propuesta poética del grupo Orígenes.


Martes 22 de Julio, 20:00 horas

Biblioteca Pública Manuel Cepeda Peraza (55 x 62, centro histórico)

Conferencia: Magias e invenciones: la obra poética de Gastón Baquero.

Thursday, May 29, 2008


Conversacion con Lezama


s.XX - Otros del s.XX - José Lezama Lima: Conversaciones con José Lezama Lima






Cuándo comenzó a escribir? ¿Cuándo decidió dedicarse a la poesía?


En realidad, empecé muy joven, después viendo las dificultades de publicación me dediqué a hacer revistas para ir publicando mis cosas. A mí nunca me ha interesado publicar sino hacer, como aquel noble inglés que escribía sus poemas en papel de cigarrillos y después se los fumaba y exclamaba: lo interesante es crearlos. Uno nunca se dedica a la poesía. La poesía es algo más misterioso que una dedicación, pues yo le puedo decir a ud. que cuando mi padre murió yo tenía 8 años, y esa ausencia me hizo hipersensible a la presencia de una imagen. Ese hecho fue para mí una conmoción tan grande que desde muy niño ya pude percibir que era muy sensible a lo que estaba y no estaba, a lo visible y a lo invisible. Yo siempre esperaba algo, pero si no sucedía nada entonces percibía que mi espera era perfecta y que ese espacio vacío, esa pausa inexorable tenía yo que llenarla con lo que al paso del tiempo fue la imagen. Por eso la poesía ha sido en mí siempre vivencial, alrededor de una pausa, de un murmullo, se iba formando la novela imagen, yo iba reconstruyendo por la imagen los restos de planetas perdidos, de zumbidos indescifrables.


Usted es un escritor múltiple, en el sentido que se expresa a través de la poesía, la narrativa y el ensayo. ¿De qué modo siente usted la necesidad de esta diversidad expresiva?


Primero hice poesía, después la poesía me reveló la cantidad hechizada. Mis ensayos intentaban tocar esa extensión, esa resistencia. Cinco letras del alfabeto, invencionadas por un poeta, tienen significado distinto, todos mis ensayos giran en torno de ese retador desconocido. Mis ensayos relatan la hipóstasis de la poesía en lo que he llamado las eras imaginarias. En la novela percibo el contrapunto del hombre, sus infinitos entrelazamientos, que son sus infinitas posibilidades. Esa diversidad se manifiesta en un ritmo penetrante o cifrado si es poesía; en el cuerpo que forma un ritmo extensivo reconstituible o cifra (ensayos). Y el sujeto en su contracifra (novela).

¿Cómo definiría la poesía?


En una ocasión dije que la poesía era un caracol nocturno en un rectángulo de agua, pero desde luego, se le ve la raíz irónica a esa no definición, es decir, un caracol nocturno no se diferencia gran cosa de uno diurno y un rectángulo de agua es algo tan ilusorio como una aporía heléatica, pero antes que todo, no para definir la poesía que no lo necesita, sino para acercársele, como yo he hecho en varias ocasiones, hay que hablar de la poesía, del poeta y del poema. La poesía actuando en la historia ni siquiera necesita nombrar su ejecutor, un poeta. El poema es un cuerpo resistente frente al tiempo y el poeta es el guardián de la semilla, de la posibilidad, del potens. Eso lo sacraliza, es el hombre que cuida un germen, nada menos que la semilla del potens, de la infinita posibilidad. Todos mis ensayos sobre poesía le dan la vuelta a estos temas y ellos como planetas le siguen dando vueltas a la poesía.


Siendo esencialmente poeta, ¿qué lo llevó a la novela?


En un momento dado todo poeta empieza a sentir el peso de sus visiones y su poema se convierte en una sala de baile, en un escaparate mágico. Se verifican laberintos, enlaces, y el poema organizado como una resistencia frente al tiempo se convierte en un arca que fluye sobre las aguas con todos los secretos de la naturaleza. El arca llega a una isla desierta, allí se encuentra a un almirante náufrago que dialoga incesantemente con una gallina que tiene un ojo de vidrio. En fin, la novela. En realidad, en Esopo, en Homero, en las teogonías de Valmiki, en los cronistas de las Indias la novela formó parte de la poesía. La simple acción del hombre se ha vuelto demasiado soterrada, continúa arando en el sueño y ya no se pueden hacer novelas a base de caracteres, tipos, situaciones, asunto, porque, un intramundo, una entrevisión, un entreoído ha ocupado los espacios clasificados.


¿Cómo definiría su estilo?


No pensaba que se me hiciera esa pregunta y tampoco debo desconcertarme ante ella, porque es una pregunta inevitable que en cualquier momento puede surgir. ¿Tengo yo un estilo? ¿Se me puede considerar un escritor que tenga un estilo? Lo que me ha interesado siempre es penetrar en el mundo oscuro que me rodea. No sé si lo he logrado con o sin estilo, pero lo cierto es que uno de los escritores que me son más caros decía que el triunfo del estilo es no tenerlo. El estilo se forma como una de las resistencias del tiempo frente a un escritor. No sé si tengo un estilo; el mío es muy despedazado, fragmentario: pero en definitiva procuro trocarlo, ante mis recursos de expresión, en un aguijón procreador.


¿Cómo definiría su obra?


No me atrevería a definirla, sería tal vez detenerla. Toda definición es un conjuro negativo.Definir es cenizar.


A través de toda su obra es posible observar una constante, una suerte de metafísica que le da su configuración más honda. ¿Está usted de acuerdo con esta afirmación? ¿Por qué?


Tendríamos que ponernos de acuerdo sobre qué metafísica y cómo penetra en mi obra. Al llegar a mi madurez se fue haciendo en mí el sistema poético del mundo, una concepción de la vida fundamental en la imagen y en la metáfora. Me pareció adivinar en cada poema una vida que se diversificaba, que alcanzaba infinitas proliferaciones, entrelazamientos, conversaciones y silencios. Los enlaces y las pausas se corporizaban, , las palabras al trepar sobre las palabras esbozaban figuras, me parecía que las imágenes enmascaradas querían revelar su secreto al final del baile. Nadie veía en el momento en que mostraba en el rocío un rostro incomparable, por un azar concurrente se me regalaba ese deslumbramiento. El azar se empareja en la metáfora, prosigue en la imagen, el contrapunto que hace visible esa concurrencia en la novela.
Mi metafísica, si es que eso existe, no busca la razón ni la dialéctica, sino la imagen y el ritmo de esclarecimiento. Un corsi e ricorsi entre el apetito y la repugnancia, es mi metafísica, pero en general, prefiero hablar de la imagen y de su punto de partida, usando la frase de Tertuliano: es cierto porque es imposible. El sistema poético no pretende tener ni aplicación ni inmediatez. No aclara, no oscurece, no se derivan de él obras, no hace novelas, no hace poesía. Es, está, respira. Lo mismo repasa una superficie muy pulimentada, sigue en una ballena, pone huevos de tortuga en el espacio vacío. Lo que pretendo es un hechizamiento, una dilatación de la imagen hasta la línea del horizonte.


¿Cuáles son sus autores y lecturas predilectas?


Yo leo en la poesía y después procuro descifrar. A veces, cuando menos me he preparado para esa lectura, llega y me dice ¿No es cierto que estoy invitada? De pronto, comprendo que es cierto y comienzo a leer en la poesía. Hasta donde yo me puedo abarcar, no puedo afirmar que estaba preparado para esa recepción. Descifro el aviso y me pongo en marcha. Hasta donde he podido caminar en la poesía, he comprendido. Después ha vuelto de nuevo la oscuridad, la que produce una visita, la que me deja una imagen. Sin tener tregua y oyendo: sé que me estaba esperando.
Creí que era una burla, pero me hacía creer que estaba secretamente protegido en la espera. También me hacía creer que el tiempo era un espacio en la luz. Lo que ha aumentado mi voracidad dentro de la poesía —desde los himnos de Orfeo hasta los conjuros de Proust para reactuar contra el tiempo, desde los cronistas de Indias hasta José Martí— es un laberinto elaborado por la araña en la espera de una visitación. Lo que más admiro es lo que he llamado la cantidad hechizada, con la que se logra la sobrenaturaleza, por ejemplo, la visita de Don Quijote a la casa de los duques. Lo que me gusta y sorprende son las inauditas tangencias del mundo de los sentidos, lo que he llamado la vivencia oblicua, cuando el timbre telefónico me causa la misma sensación que la contemplación de un pulpo en una jarra minoana. O cuando leo el Libro de los Muertos, donde aparece la grandeza egipcia en su mayor esplendor poético, que los moradores subterráneos saborean pasteles de azafrán, y leo después en el diario de Martí, en las páginas finales cuando pide un jarro hervido en dulce con hojas de higo.En relación directa con la pregunta, cada día me parece más rechazable la particularización nominal en simple desfile enumerativo.
¿Lo que más admiro de un escritor? Que maneje fuerza que lo arrebaten, que parezca que van a destruirlo. Que se apodere de ese reto y disuelva la resistencia. Que destruya el lenguaje y que cree el lenguaje. Que durante el día no tenga pasado y que por la noche sea milenario. Que le guste la granada que nunca ha probado y que le guste la guayaba que prueba todos los días.Hablemos de su método de trabajo
Yo no tengo método de trabajo. Escribo cuando tengo apetito para expresarme, para configurar, para penetrar en el coto desconocido. Pero generalmente trabajo en el crepúsculo, y a veces a la medianoche cuando el asma no me deja dormir y entonces decido irme a una segunda noche y comenzar a verme las manos penetrando en el hálito de la palabra. Pudiéramos decir que el método cubano de trabajo intelectual es la suma de poquedades. Todos los días se escribe un poco, con apetito, con gusto, con voracidad verbal, y al cabo de un año nos asombramos que la caja donde antes cabía el sombrero gigante de la abuela está llena de signos aljamiados, con gran sorpresa nos acercamos y es nuestra letra. Siempre he visto que los que ponen en marcha para hacer de un solo rasponazo una obra no van bien con el estilo cubano, y a los que dicen que esperan a su madurez para escribir sus memorias, les llega primero la afasia del primer lóbulo frontal y la pérdida total de la memoria. Claro, haga todos los días una poquedad escrituraria, pero no mortifique, no esté con esa poquedad fastidiando a sus mejores amigos, no les lea en la vida, no se desate, no sea terribilia con los pobres seres que vienen a acompañarlo en la vida de todos los días.


¿Y el asma?


El médico me ha dicho que se debe a un hongus focus, un hongo que vive en el aire. Yo, en cambio vivo como los suicidas, me sumerjo en la muerte y al despertar me entrego a los placeres de la resurrección. Mi asma llega hasta mí en dos ondas: primero, desaparece por debajo del mar, y luego arriba al gran acuario donde todos los peces saborean el mundo.
Yo también soy como un pez: a falta de bronquios respiro con mis branquias. Me consuela pensar en la infinita cofradía de grandes asmáticos que me ha precedido. Séneca fue el primero. Proust, que es de los últimos, moría tres veces cada noche para entregarse en las mañanas al disfrute de la vida. Yo mismo soy el asma, porque a la disnea de la enfermedad he sumado también la disnea de la inmovilidad. Aquí estoy, en mi sillón, condenado a la quietud, ya peregrino inmóvil para siempre. Mi único carruaje es la imaginación pero no a secas: la mía tiene ojos de lince. Son ya pocos los años que me quedan para sentir el terrible encontronazo del más allá. Pero a todo sobreviví, y he de sobrevivir también a la muerte. Heidegger sostiene que el hombre es un ser para la muerte; todo poeta, sin embargo, crea la resurrección, entona ante la muerte un hurra victorioso. Y si alguno piensa que exagero, quedará preso de los desastres del demonio y de los círculos infernales.



Pero, la inmovilidad y los viajes



Es que hay viajes más espléndidos: los que un hombre puede intentar por los corredores de su casa, yéndose del dormitorio al baño, desfilando entre parques y librerías. ¿Para qué tomar en cuenta los medios de transporte? Pienso en los aviones, donde los viajeros caminan sólo de proa a popa: eso no es viajar. El viaje es apenas un movimiento de la imaginación. El viaje es reconocer, reconocerse, es la pérdida de la niñez y la admisión de la madurez. Goethe y Proust, esos hombres de inmensa inmensidad, no viajaron casi nunca. La imago era su navío. Yo también: casi nunca he salido de La Habana. Admito dos razones: a cada salida empeoraban mis bronquios; y además, en el centro de todo viaje ha flotado siempre el recuerdo de la muerte de mi padre. Gide ha dicho que toda travesía es un pregusto de la muerte, una anticipación del fin.
Yo no viajo: por eso resucito.



¿Cómo ha concebido usted la amistad?



Toda amistad, se me presentó como una forma de la devoración. Al salir hacia el mundo yo comenzaba a verme, a verificarme en los demás.



¿Cuál es su concepción del tiempo?



Nosotros, en distintas ocasiones, hemos visto el poema como un cuerpo resistente, una resistencia formada por el avance de la metáfora —la cual avanza con el análogo que pudiéramos llamar aristotélico, el análogo de los griegos— y al mismo tiempo es un cubrefuego, el de la imagen que retrocede y envuelve ese cuerpo resistente que es el del tiempo y es el de la poesía. Es decir, que nos interesa el tiempo en tanto esté respaldado por la poiesis como decían los griegos, por la creación. Todo tiempo viviente está respaldado por la palabra creación, es decir por la poesía.
El mortal conoce momentos de aridez cuando no lo anima el verbo, cuando no ,o anima la poesía, y los momentos de esplendor cuando está animado por la poesía, por la expresión, por el avance del análogo metafórico y en general por la resistencia que forma como una piel de la imagen. En ese sentido el tiempo es para mí una resistencia de la poiesis, una resistencia de la creación.



¿Qué es para usted la eternidad?



Al hacerme esa pregunta puedo afirmar que la mañana se me ha vuelto muy difícil porque realmente hablar sobre la eternidad significa hacer referencia al mundo de los griegos, al mundo del catolicismo y en general al no-tiempo, a la negación del tiempo contemporáneo o al tiempo profundo de los existencialistas; pero nosotros creemos que una de las maldiciones del hombre contemporáneo, y en general del hombre que habita un mundo de teología, es el tiempo, que es el disfraz del diablo, que es, en definitiva, lo que nos destruye. Frente a eso hay el concepto de la eternidad que es el concepto del no-tiempo. Últimamente me he ido interesado cada día más, por el libro de Nicolás de Cusa, de la docta ignorancia, donde se plantean estos problemas en una forma muy aguda y que es una de las obras que me parece que nos enriquecen más desde el punto de vista de la relación de la poesía con la circunstancia. En realidad, no hemos hablado de autores y los que en los últimos tiempos más me han informado han sido este Nicolás de Cusa, Giovanni Battista Vico y Pascal. Pascal en el sentido —y esto está en la sicología de alguno de los personajes de Paradiso— de que como la verdadera naturaleza se ha perdido, todo puede ser naturaleza, y nosotros hemos colocado la poesía en el sitio de ella.



¿Qué misión le confiere usted a la literatura?



Nunca un sentido directo e inmediato de catequesis, pues nadie ve por qué se le indique en la dirección del índice, sino cuando se nos caen las escamas de los párpados y el ojo refractante del pez deja paso al ojo penetrado por el rayo del hombre. Cuando me entero de la condicional de un rastreador, pido idéntico pulso para el escriba. Conoce el peso de la hoja y sus destrezas al caer, relacionados con la cercanía del arroyo, el mugido aconsonantado con el corpúsculo del desierto, la recurva secreta del tigre para huir del nido de serpientes. Así, descubrir en una sentencia la intención de nuestros pasos, no olvidar tampoco cuando digo “la espiral del tiburón, primer requiem” que en francés se le dice al tiburón requin. Por los ojos es lentísimo, muy despacioso, adormilado, se oye un requiem mozartiano, de pronto un coletazo, una desdeñosa sabiduría mandibular. ¿Misión de la literatura? Quitarle horas al sueño y profundizar el sueño. Llegar como Marco Polo a Kubla Kan. Como Coleridge, ensoñar a Kubla Kan. Buscar el camino del caballo como en la cultura china y encontrar el de la seda. Quedarse absorto, preguntar por qué algunos campesinos se persignan delante de un árbol sagrado como la ceiba.

Friday, May 23, 2008

VOY A NOMBRAR LAS COSAS

Eliseo Diego

Voy a nombrar las cosas, los sonoros
altos que ven el festejar del viento,
los portales profundos, las mamparas
cerradas a la sombra y al silencio.

Y el interior sagrado, la penumbra
que surcan los oficios polvorientos,
la madera del hombre, la nocturna
madera de mi cuerpo cuando duermo.

Y la pobreza del lugar, y el polvo
en que testaron las huellas de mi padre,
sitios de piedra decidida y limpia,
despojados de sombra, siempre iguales.

Sin olvidar la compasión del fuego
en la intemperie del solar distante
ni el sacramento gozoso de la lluvia
en el humilde cáliz de mi parque.

Ni el estupendo muro, mediodía,
terso y añil e interminable.

Con la mirada inmóvil del verano
mi cariño sabrá de las veredas
por donde huyen los ávidos domingos
y regresan, ya lunes, cabizbajos.

Y nombraré las cosas, tan despacio
que cuando pierda el Paraíso de mi calle
y mis olvidos me la vuelvan sueño,
pueda llamarla de pronto con el alba.

Tuesday, May 13, 2008


EL PENSAMIENTO DE ORÍGENES
(En diez puntos)

Cintio Vitier

Publicado en:
Revista la jiribilla








  1. Orígenes creyó en la poesía como vía de conocimiento y en el sentido trascendente de la realidad. En estas creencias, más que ideas (recordando la distinción de Ortega), confluimos desde nuestro diverso catolicismo con los que no lo compartían, pues estos últimos practicaron de hecho la misma fe, aunque no la declarasen, en una gnoseología poética que los llevó a interpretar la realidad desde otro absoluto: el de un sinsentido igualmente totalizador y trascendente a las cosas mismas.
  2. El objeto de la espisteme poética origenista, creyente o no, por otra parte, no era la realidad en cuanto tal, sino, específicamente, la realidad cubana más inmediata en relación con sus orígenes y con su futuro, lo que daba a sus búsquedas, contra toda apariencia formal, una tendencia en el fondo más decisivamente histórica, y por lo tanto política, que filosófica. Esto fue comprendido, y en cierta medida revelado, por el comentario de María Zambrano a mi antología de 1948, bajo el título de “La Cuba secreta”.
  3. El principal acierto de este comentario fue el de percibir y expresar, a través de la evidente diversidad y a veces antagonismo de los poetas de Orígenes, la profunda unidad que les dio ese inconfundible aire de familia espiritual más que de grupo literario, que la Zambrano caracterizó así: “Los Diez poetas cubanos nos dicen diferentemente la misma cosa: que la isla dormida comienza a despertar como han despertado un día todas las tierras que han sido después historia. “ A lo que más adelante añade: “Es de esperar que no se interprete este pensamiento como negación de lo que Cuba ha conquistado de Historia, ni como desvalorización de lo que ha producido y anda en vías de producir de pensamiento.”
  4. Lo que Cuba había “conquistado de Historia” estaba en la gesta intelectual, poética y revolucionaria de su siglo XIX, culminante en la obra de José Martí. Lo que vino después era, precisamente, la marginación de la historia, su relevo por la impotencia y la crónica de un vacío creciente. Aquella gesta, en lo intelectual y poético fundamentadora e inspiradora de la primera guerra de independencia, partió siempre de una vocación básica: el servicio a la comunidad, a la nacionalidad, a la patria. La primera vez que esta vocación pareció quebrarse, con el llamado “evasionismo” de Julián del casal y sus discípulos, todos los cuales fueron o llegaron a ser independentistas militantes, resultó en verdad el descubrimiento de otro campo de batalla o resistencia: el de la expresión, por rechazo radical del vacío circundante con que la colonia anunciaba, sin saberlo, la necolonia inminente. De ese descubrimiento fuimos también herederos.
  5. Orígenes percibió la muerte de Martí como la interrupción de nuestra acceso a la Historia. No que desconociera, según a su vez lo advirtió María Zambrano, todo lo que en el pensamiento y la acción se intentara después por rescatar el discurso nacional perdido. La participación de Lezama en la manifestación revolucionaria del 30 de septiembre de 1930, testificada por Raúl Roa y mitologizada en Paradiso, fue el punto simbólico de enlace con aquellos intentos que quedaron truncos. Cuando en 1944 se funda Orígenes, lo que en el país se institucionalizaba era el fracaso de la seudorepública. O la llamábamos así, pero la sentíamos así. De ese sentimiento unitivo de los poetas de Orígenes nació no sólo su poesía oscuramente testimonial, con hermetismo fiel a la inviabilidad del país, sino también el pensamiento del que ella era conductora solitaria y marginal.
  6. Lo esencial para nosotros era encontrar sentido, o, lo que resultaba equivalente, mostrar la ausencia de sentido. Y lo primero, desde luego, legitimarnos a nosotros mismos por la seriad de nuestra vocación, de nuestro empeño. No se trataba de un empeño programado, ni siquiera, en todos los casos, de una búsqueda consciente. La poesía busca la conciencia con inconsciencia, aunque no necesariamente en el inconsciente, lo que ya es otro programa; busca el sentido con los sentidos. Es por eso que María Zambrano, en su reflexión sobre los poetas de Orígenes, con su razón filosófica pero también poética, nos recordaba que “la primera manifestación del espíritu es física”, y que “cuando una tierra dormida despierta a la vida de la conciencia y del espíritu de la poesía —y siempre será por la poesía— manifiesta así el esplendor de la “fysis” sin diferencias. Instante en que no existe todavía la materia, ni la vida separada del pensamiento.” Esa mezcla de materia, vida y pensamiento, de sentidos sensuales generando un sentido espiritual, es lo que caracterizó a nuestros primeros libros de poesía, lo que no niega que simultáneamente tratáramos de conceptuar de algún modo, siempre con recursos más poéticos que filosóficos, o mezclándolos, nuestras respectivas experiencias de una realidad que nos resultaba inseparable de la poesía.
  7. Esta inseparabilidad fue quizás nuestra mayor virtud y nuestro mayor peligro. Nuestra mayor virtud, porque gracias a ella pudimos sobrevivir en una ciudad invisible, por lo tanto invulnerable, construida con los materiales de la ciudad visible traspasada por nuestro deseo. El inmenso erotismo de toda la poesía de Orígenes, su Eros despersonalizado y por eso mismo invasor, fundó esa tantálica ciudad hecha de memoria y de deseo, cuando la esperanza ni siquiera se nombraba. Lo que se nombraba eran dioses desdeñosos, hurañas extrañezas, Furias heladas, metamorfosis del sueño, paraísos perdidos, pero el rostro despedazado de la patria parecía asomar entre las ruinas. De tal modo interiorizamos la Historia, su pérdida, que ésta llegó a ser nuestra alma, y como tal la opusimos a la Historia. El peligro estaba en que nos acostumbramos a creer que —volviendo de otro modo, sin quererlo ni saberlo, a la Poética de Aristóteles— la poesía es más filosófica y profunda que la historia”, pues nos muestra el sentido esencial de las cosas, no como son, sino como debieran ser. Y ese “deber ser” poético (incluso el “deber ser” del sinsentido) fue y sigue siendo el secreto de Orígenes, su imperativo mayor, su locura quizás.
  8. En consecuencia fueron surgiendo las poéticas de la imagen, del anticausalismo y la posibilidad, de la invención y la inocencia, del vacío y el sinsentido, de lo exterior en la poesía, de la memoria y el imposible, dominadas siempre por el impulso hacia lo desconocido, aunque éste encarnara en lo más inmediato; y desde luego también, polarizada ante el resguardo de catolicidad primigenia e incorporativa que nos sirvió de roca de fundación integradora, surgiría la poética del reverso, del no, del anti-Orígenes. Pero todo Orígenes había sido un no y un entrecruzados, equivalentes o complementarios, tan rechazadores como constructores, en busca de la utopía de los poetas, no de los filósofos, la utopía de la historia poética real, aquí y ahora, la que, según lo intuíamos, halló su mayor proyección en José Martí. ¿Hasta qué punto teníamos razón? ¿No fue el propio Martí más realista que nosotros? ¿Hubiera él aceptado la casa cuyas puertas le abrió Orígenes en el Centenario de su nacimiento: la lezamiana casa del alibi, “donde la imaginación engendra el sucedido”? Y, por otra parte, ¿supo la Revolución triunfante en el 69 por qué la mayoría de los poetas de Orígenes la saludaron con tanto entusiasmo? Bastaría, sin duda, saber que éramos buenos cubanos, felices de salir de la pesadilla batistiana, y de todas las anteriores, con la esperanza por primera vez puesta en una Revolución popular verdadera. Nuestro viejo anhelo de vivir la poesía encarnada en la historia, por lo demás añadía emociones cercanas a la catarsis y a la anagnórisis que no dejaron de pasar a algunos textos escritos en la jubilosa conmoción de aquellos días inolvidables. Pero ¿esto era todo?
  9. Orígenes apostó por una cultura cubana universal. Esto implicaba asumir el ecumenismo martiano, en el tiempo y el espacio, a la altura de nuestro tiempo. No creo que lográramos tan difícil meta pero bastaría repasar el sistema de interpretación de la cultura universal articulado por Lezama en “eras imaginarias”, o más bien, a mi entender, en “eras de la imagen como causa secreta de la Historia”, en las que entraron las más milenarias culturas, incluyendo finalmente a las propia Revolución como “era de la posibilidad infinita”, para comprender que Orígenes fue mucho más allá de las efusiones líricas. El pensamiento expreso o tácito de su múltiple obra poética, tan compleja y dialécticamente contradictoria en su dinámica unidad, literalmente no cabía, se asfixiaba dentro de las coordenadas de la seudorrepública cada vez más corrompida y a la vez esterilizada por el pragmatismo yanqui, contra el cual estuvimos siempre de raíz, y por cierto con el apoyo de algunas de las mejores voces de la cultura norteamericana. Esa obra no era sólo, ni es, una Suma de logros literarios. Esa obras desprendía de sí una eticidad del trabajo intelectual y artístico, lo que Martí llamara no solo una cultura sino una “cultura espiritual”, un saber de salvación, la apertura a todos los vientos del espíritu, partiendo de la autoctonía que nos enraíza en el mundo injerto de los hispánico y lo africano primigenios. A este respecto no puede olvidarse la sustantiva colaboración que prestó Lidia Cabrera a Orígenes con su sabiduría antropológico-poética. Según dijera también María Zambrano en el artículo mencionado: “La existencia de los Dioses, pues los Dioses de Grecia, modelo permanente, son las poéticas esencias fijadas en las imágenes, revelaciones directas de la “fysis”, instantáneas del paraíso y también del infierno”. Paraíso e infierno acogidos en las páginas de Orígenes y fuera de ellas, de los que son paradigmas la novela de Lezama y el teatro de Piñera, ambos por lo demás, sin que ello dañe a su alteza artística, saturados de intenciones pedagógicas y, en el más profundo sentido, políticas.
  10. Orígenes vio, pues, desde el umbral de la Revolución triunfante, sin que ella lo sospechara, el espacio histórico que antes le estaba negado a su proyecto cultural, resonancia de aquella modernidad otra, más americana que europea o yanqui, que Martí esbozara en el Prólogo al “Poema de Niágara” de Juan Antonio Pérez Bonalde. Si después de la iluminación nacional que para la mayoría de nosotros fue enero del 59, el sueño de la encarnación de la poesía en la historia se fue alejando como siempre lo hace el horizonte, lo cierto es que antes no teníamos ese horizonte ni ningún otro. De todos modos Orígenes sigue ahí, ofreciendo su ejemplo de crítica y creación, de servicio y libertad, de autonomía y trascendencia, ofreciendo sus exploraciones de lo cubano, su fervor e ironía, sus afirmaciones y sus negaciones, su tradición y su futuridad. Si para Kierkergaard la posibilidad fue la fuente de la angustia, para Orígenes fue la solución de los conjuros; si Heidegger concibió al hombre como “el ser para la resurrección”; si Sartre postuló la femonología de la nada, Orígenes creyó en la plenitud coral de los cielos y la tierra; más no por ello su hospitalidad a la angustia, ni al día de la ira, ni a la nada. Hospitalidad para todo lo que enriquezca la metáfora viviente del hombre. Cultura como perenne misterio y nacimiento.

Sunday, May 11, 2008

Dispersiones en torno a Gastón Baquero



Walfrido Dorta Sánchez



Tomado de: Otro Lunes. Revista Hispanoamericana de literatura. Diciembre 2007. Año 1. No 3.





1.


¿Es posible encontrar en la ensayística cubana algún proyecto de escritura más excéntrico que el que le declarara en 1994 Gastón Baquero a Felipe Lázaro en una entrevista?


2.


Los discursos de Baquero sobre la poesía forman un cuerpo bastante extenso, teniendo en cuenta las amplias zonas de silencio escritural que conforman su trayectoria vital. Ya publicaba ensayos filosóficos en las primeras revistas “origenistas” (Poeta, Clavileño), y sacó a la luz al menos cuatro libros íntegramente dedicados a reflexionar en clave teórica el hecho poético o a leer las obras de autores específicos a través de sus ideas, digamos, “abstractas” sobre lo poético. Lo interesante de esto no es indagar en la novedad de sus postulados. Es más jugoso verificar cómo existen gracias a y en una tupida red de referencias concomitantes, un entramado en el que se pueden intercambiar numerosos términos de un discurso a otro –sea de Cintio Vitier, María Zambrano, Octavio Paz, Heidegger, Rilke, Saint-John Perse, Albert Beguin- sin que alteremos sustancialmente los contornos de estas rutas de entendimiento. Baquero alimentó unas creencias y transitó por las vías de algunas preguntas fundamentales. Abrió desde temprano la puerta hacia ciertos dogmas de fe modernos sobre la poesía. Marcó este camino, con la inevitable mezcla entre redundancia y novedad que la modernidad trajo consigo. Creo que todavía no se ha subrayado lo suficiente.


3.


No sabemos minuciosamente cuál fue la relación de Baquero con los origenistas; qué acuerdos y encuentros posibilitaron la amistad con Lezama, por ejemplo; por qué Gastón publicó un solo texto en Orígenes. Tenemos referencias desperdigadas, pero no conocemos profundamente cuáles lecturas sostuvieron sus años jóvenes, cuáles autores rechazó; cómo transcurrió su largo periodo como periodista; sus afiliaciones políticas en la isla republicana. Menos aún los pormenores de su salida de Cuba, su llegada a Madrid, su vida de exiliado. Qué españoles lo acogieron, los que lo ignoraron. Cómo se ganó la vida. La génesis de sus libros, el avatar de sus intentos por publicar, por darse a conocer…Falta una biografía sobre Gastón Baquero, y está claro que será difícil responder muchas de estas preguntas. La literatura cubana reposa históricamente sobre el gran vacío de la escasez de biografías de sus escritores, como si sólo importaran las obras mismas, una equivocada y altiva manera de entender los críticos lo que pasa dentro de los textos, alrededor de ellos…


4.


Baquero le confesaba a Felipe Lázaro en 1994, que tenía en proyecto varios ensayos. Fue una verdadera lástima que no llegara a realizarlos. Contaríamos desde ese momento con algunos relatos de los más insólitos dentro del ensayismo cubano. “Uno sobre ‘Las bases tróficas de la poesía’, analizando la relación entre los alimentos y la creación de poemas. Y otro (…) sobre el hombre como producto de la fermentación pútrida de una estrella muerta”. Según Gastón, “hay una estrecha relación bioquímica, trófica (no estrófica), entre lo que se ingiere –se incorpora, diría Lezama- y lo que se escribe. Es posible llegar a construir un poema de acuerdo con la cantidad de carbohidratos, o de proteínas y aminoácidos, etc., que se haya incorporado al organismo”.
¿Es que habrá entonces una directa y fatal relación entre, por ejemplo, la pobreza y la endeble sustancia de la poesía conversacional cubana de los ’60 y ’70 y la falta de alimentos “fuertes” de la Cuba de esas décadas? ¿O tendrá que ver la malnutrición endémica de los cubanos con ciertas zonas débiles de la poesía insular?


5.


Bastaría la imagen de José Martí que emerge de los ensayos de Baquero para afirmar la afiliación origenista de éste. No importa que haya publicado un solo texto en la revista del grupo, ni que se distanciara de éste al dedicarse al periodismo y “ascender” en la jerarquía social republicana, alejándose de alguna forma de cierto ideal de poeta que vive de la poesía dignamente, de cierto halo de pobreza irradiante tan caro al universo beatífico de Orígenes. No importa tampoco que Baquero, ya en el exilio, y por la fecha un tanto tardía de 1994, negara la existencia de los origenistas como generación, al considerarlo un grupo dispar, muy heterogéneo, nada unificado, y afirmara que calificar de esa manera a sus coetáneos es “lanzarse, por comodidad y por obediencia al lugar común, a hablar de ‘la generación de Orígenes’”. (A continuación, en esa entrevista, amengua la relevancia de la publicación origenista, y la subsume en un devenir casi natural y “sempiterno”, como “una expresión más del amor (…) de los cubanos por la literatura y por la publicación de buenas revistas” –pasa a enumerar otra multitud de títulos de revistas cubanas de la época, de las que según él no se puede desconocer su importancia).
Era algo distinto lo que se leía en un texto de Baquero de 1954, una reseña sobre el último número de Orígenes en ese momento. Aquí distingue a la revista como representante de la resistencia cultural dentro de la desintegración republicana; un bastión contra el “duro huracán de vulgaridad, comedia, utilitarismo y pose” que atravesaba la nación. Canto nostálgico por una actitud que él mismo abandonó, la reseña de Baquero encumbra a los origenistas hacia el altar casi martirológico del sacrificio intelectual a cambio de nada: un retrato de grupo con él fuera de sitio, con el vacío del ya ido (esta ausencia la escribirá cuatro años después Vitier en Lo cubano en la poesía, con un tono lamentoso a través del cual no podemos dejar de ver la silueta de Baquero como lejos, distante: “Él era el huésped increíble, y el poder de la pobreza. Sus poemas llegaban y se establecían en la luz como si siempre hubieran estado ahí, familiares en su secreto y en su grave magnitud. Un día ya no quiso escribirlos más”).
Como saldar una deuda, enmendar una falta, cubrir una distancia: escribe Gastón sobre “quienes representan de veras lo mejor, lo más puro, lo sólido de una nación”; los que continúan “el esfuerzo intelectual (…) creador (…). Ese poeta que prosigue en su trabajo, ese pintor que continúa en lo suyo (…) ese compositor que se esfuerza por salvarse de lo cómodo (…)”. Los héroes permanecen “frente al escenario público, conocido, ruidoso y altoparlante de una cultura falsa (…) alentadora de las peores tendencias a no crear, sino a ‘hacerse una posición’”. Cincela la escultura, marmórea, de los origenistas con los que años atrás compartía destino literario: ellos representan “el espíritu valeroso” de esos artistas sacrificados.




6.




Toda la filosofía poética de Baquero se sostiene sobre la creencia en una falta, que se vuelve ganancia, posibilidad misma de la poesía: la realidad carece de algo que es necesario develar. Es “la visión que percibe en lo real una vibración extraña, un casi imperceptible temblor alusivo”, diría Vitier. Un conjunto de cosas que necesitan religarse a otras dimensiones; el poeta “es requerido constantemente por la realidad que suplica (…) algo así como si le dieran la verdad que le falta, el ser que se quedó atrás”, diría María Zambrano. “La transitoriedad tropieza en todos sentidos con un ser profundo (…) todas las conformaciones de este mundo (…) han de situarse en esas significaciones superiores en que tenemos parte (…) hay que introducir lo visto y lo tocado aquí hacia la órbita más amplia”, diría Rilke. Este es el linaje filosófico con el que dialoga Baquero, su arsenal de certidumbres. Hay muchas más correspondencias que establecer, muchos episodios de concordancia. Que cierre el propio Gastón –por ahora- este mínimo tránsito: “el universo está allí delante, intacto casi todavía para nuestro conocimiento (…) [con] su dura sustancia, hecha de claves y reservados jeroglíficos (…). La poesía no es sino el ejercicio de penetración e intervención en el recinto desconocido o cerrado aún del mundo aprovechándose del poder traslaticio que obra el lenguaje sobre la realidad”.


7.


La poesía de Baquero no es útil. No sirve ni para los discursos nacionalistas, ni para los discursos de género, ni para los discursos de raza. No se puede aprovechar para casi ninguna reivindicación. La obra de Baquero tal parece una huida cautelosa de algunas determinaciones incómodas: siendo homosexual, no se hace visible en ella una poética homoerótica; siendo negro, rehuyó el tema racial, y criticó desde temprano y cuanto pudo la llamada poesía negra. Habrá quien vea en estas carencias una cobardía, un heroísmo o una fatalidad epocal. Ya lo decía Gastón rotundamente en uno de sus textos más filosóficos, en los umbrales de Orígenes: “Mirando cerradamente, ocurre que es un yerro imperdonable relacionar vida y obra, en toda circunstancia.” Y aún más categórico: “no es posible que una verdadera biografía coexista con una obra verdadera”.




8.


¿Estarán vinculadas la ingestión de azúcares fermentados y la poesía erótica de Carilda Oliver Labra? Quedémonos con la gastronomía y la escritura francesas, según Baquero: “Mallarmé, estoy seguro, devoraba grandes cantidades de ostras. Verlaine llevaba los bolsillos llenos de cerezas”.




9.


El Misterio. El Primero. El que es “otra cosa además”. Quien es proteico, acomodado a la naturaleza del otro, un casi hermafrodita. El “arquetipo de lo cubano”. La “visita que ilumina la casa. Alegra el alma. Repone en las alacenas del espíritu esperanza y fe”. El ángel que “inyecta en el espíritu y en la inteligencia (…) un género de esperanza sobrehumana. Como la esperanza que trajo entre sus manos el Salvador un día de diciembre”. El “Cristo laico”. Hay un Martí, digamos, republicano, en Baquero. Que es el Martí origenista. El paradigma inalcanzado al que hay que aspirar en la República para la salvación de la nación. De hecho, es casi la única vía de redención, la Solución de todo: “Martí debió bastar, y sobrar, desde hace mucho, para transformar a Cuba en el primer país del Nuevo Mundo” –dice Baquero en un texto de 1955. Los textos de Gastón de esta época reclaman todo el tiempo la incorporación cívica del legado de Martí a la vida nacional. Hay mucha distancia entre la vida práctica cubana y el ideal cívico martiano, dice Baquero. “Es demasiada la diferencia que existe entre el hombre medio nuestro y la razón media de la conducta y ser de Martí”. Y por ahí hemos andado siempre, antes y después del cataclismo del 59: alejando más y más el paradigma, santificándolo, cristianizándolo, enalteciéndolo –obstinados en obviar su naturaleza esencialmente inalcanzable-, y reclamando que hay que llegar a él. Sobre esta paradoja, como bisagra efectiva, ha transcurrido buena parte de los discursos políticos cubanos.




10.




Hay un grande y planificado escamoteo en la poesía de Baquero: el que huye del yoísmo tan caro a la poesía cubana, del egotismo lastimero y lloroso. Así, Gastón entiende lo autobiográfico casi metafísicamente, una marca de agua omnímoda que signa la escritura. “En cada poema de uno está la persona completa y lo que la persona es (…) Todo lo que el hombre hace tiene la huella completa del hombre”. Autobiografía imaginada, yo inventado, vivencia fantaseada, añadido biográfico: en estas conjunciones se inscriben textos como “Memorial de un testigo”, “Testamento del pez”, “Palabras escritas en la arena por un inocente”. De paso, evoco la trilogía de oro de Baquero, al menos para mí. Bastarían estos poemas para la gloria, el canon, las antologías, el futuro, o como quiera que llamemos a la perdurabilidad.


11.


Por cierto, el final de un texto de Baquero sobre Martí de 1945 (“Los hombres”), es la transmutación de “Qué pasa, qué está pasando”, el poema del primer libro de Gastón. Viene a realizarse de esta manera la concepción mistérica de Martí, aquello que hay que develar y carnalizar: el héroe “surgirá de las entrañas, de lo más puro y seguro (…) surgirá en el seno de nosotros, como surge la luz en los cielos, como surgen las rosas deslumbrantes, silenciosas, profundas, en el jardín callado y laborioso”.


12.


Gastón Baquero es una especie de estadio o producto intermedio dentro del continuo origenista entre la beatería a lo Cintio Vitier y el aura demoniaca y desestabilizadora a lo Virgilio Piñera/Lorenzo García Vega. Creo que es por eso que en algunas ocasiones se le ha asociado a Eliseo Diego, otro intermedio entre aquellos estereotipos. (De todas maneras, no hay que olvidar en Baquero su visión sacralizadora y cristianizante de Martí, o su obstinado empeño en entender alguna poesía blasfema del siglo XX como un momento en el camino hacia la reconstrucción y el reencuentro con Dios –es la misma voluntad aglutinadora de Vitier cuando homogeneiza a Orígenes: “confluimos desde nuestro diverso catolicismo con los que no lo compartían, pues estos últimos practicaron de hecho la misma fe, aunque no la declarasen, en una gnoseología poética que los llevó a interpretar la realidad desde otro absoluto: el de un sinsentido igualmente totalizador y trascendente a las cosas mismas”).




13.


He leído también algunos textos de Baquero sobre Martí, escritos ya en el exilio. Advierto cierto corrimiento hacia un rescate menos cívico, menos político si se quiere. Emerge el discurso baqueriano sobre la filosofía de la poesía, el mismo que articuló en sus ensayos “La poesía como reconstrucción de los dioses y del mundo”, “La poesía como problema”, y otros. Entonces incorpora a Martí a este discurso con los rasgos del vidente, el soñador, “el poeta siempre”, el transveedor. El “trans-sustanciador de lo real en irreal y de lo irreal en realidad. (…) un soñador que ve los hechos exteriores, y un pragmático que siente la fuerza de los sueños”. Entonces podríamos intercambiar los roles textuales, las imágenes rectoras de la poesía de Baquero, y leer martianamente a los sujetos del conocimiento poético de textos como “Qué pasa, qué está pasando”, o de “Testamento del pez”. Una simbiosis autorizada por estas palabras, por ejemplo: “Es el poeta (…) quien siente que lo irreal no es más que lo real incompletamente visto, lo material mirado descuidadamente, sin ver lo que verdaderamente se tiene ante los ojos. Que no es solamente el cuerpo, sino el intracuerpo, el extracuerpo, lo espectral materializado” (Baquero).



14.


Que Baquero publicara en 1971 un “Panorama de la poesía cubana” con el seudónimo de Manfredo Astacci (republicado en La fuente inagotable, de 1995), me hace pensar, quizá erradamente, en cierto carácter conflictivo con lo autobiográfico, en un sentido general. No he leído en ningún sitio los motivos de este encubrimiento. El propio Baquero alude en una nota al pie a las “mil razones o sinrazones” por las que firmó así el texto. Dentro de este panorama, se detiene en Orígenes, por supuesto, y no duda en calificarla de generación. “La historia de la poesía cubana no había conocido jamás un momento de esplendor semejante al encarnado en la obra de esta generación”. Hay un pudor en estos actos de camuflaje en los que no se resuelve un conflicto latente con un país, unos amigos, una vida pasada. Al contrario, la máscara esconde quizá la huida hacia lo que no se quiere recordar, o el dolor por lo que ya no es. (Lorenzo García Vega recordó que nunca pudo hablar con Baquero sobre Orígenes, cuando se vieron en Madrid. Muchas veces se ha rememorado el encuentro de Gastón con Eliseo Diego, contado por la hija de éste. Un episodio de resolución conflictiva, si se permite lo paradójico; lleno de tensión dolorosa, de huida y de presencia al mismo tiempo…).


15.


“El más que hay en las cosas (…) el exceso gracioso y tremendo, la desconocida sobreabundancia”, escribe Cintio Vitier en un texto de su Poética. Quiero construir a partir de aquí un breve entramado de confluencias en torno a un poema de Baquero, “Qué pasa, qué está pasando”. Es lo que me interesa hacer cuando leo los textos de Gastón, su enhebrado y coherente relato sobre la poesía como modo de conocimiento. La crisis de este relato ya ha sido construida también por otros discursos de la propia modernidad, y no se puede obviar. Pero persigo de todas formas esa reunión de visiones sobre un mismo deslumbramiento, un mismo asombro ante el conocimiento por la poesía. Soy un tramoyista minúsculo, disfruto la asepsia de ciertas operaciones arqueológicas.
El que se pregunta “qué pasa…” en el poema de Baquero, sigue los dictados de Rilke: hay que buscar “la hondura de las cosas”; no dejarse “engañar por las superficies, en lo hondo todo se hace ley”; hay que reconocer “en lo invisible un rango más alto de la realidad”. Un “determinado grupo de cosas existentes (…) se nos presenta como imagen significativa de otra realidad en otro plano”; es la “facultad de que las cosas existentes se nos aparezcan configuradas como imágenes alusivas a un sentido que las traspasa”, esto escribe también Vitier. Las rosas, el oscuro espejo, la tierra oscura, el cuerpo secreto: hay que distinguir “entre lo que es y lo que hay” (María Zambrano); lo hace el que pregunta “Qué pasa, qué está pasando siempre debajo de la sombra / que las rosas perecen y renacen”.


16.


La misma extrañada y maravillada actitud ante las cosas de lo cotidiano, un sentido mágico de lo cercano, y además una ironía que se filtra sutil en el poema –haciendo el tono menos grave, menos eclesiástico que otros origenistas-, unen en una hermandad alimentada desde la literatura y por algunos encuentros casi póstumos a Gastón Baquero y Eliseo Diego. Aun cuando el primero pensara que Diego se distanciaba de él por tener “una visión de lo circundante más amorosa, más doméstica”, ciertamente a ambos los anima esencialmente muy similar postura ante lo poético. De todas formas, Baquero fantasea más, activa los códigos de un culturalismo más expansivo a nivel referencial, y se atreve mucho más a la hora de armar sus poemas. Dijo Gastón, con cierto desdén contemplativo: “A mí lo cotidiano me aburre mucho, lo doy por sabido” (…) [la poesía de Diego] es un culto al mundo doméstico, sencillo en apariencia (…) casi inagotable en el fondo. Él todo lo ve maravilladamente, ese mundo lo entreveo, pero paso de largo”.
Pero hay un poema de 1942 que bien pudiera haber escrito Eliseo. Lo hizo Gastón, pero se lo dedicó a Diego, quizá intuyendo esta afinidad subterránea, en los inicios de una vida intelectual, cuando seguramente pensaban que todo lo que vendría después sería milagroso, diáfano. El poema se llama “Del pan y de la muerte”: un augurio de expiración con un dejo juguetón, al mismo tiempo sobrecogido; el alimento se rebela para burlarse de la finitud del hombre; conciencia del morir en vida, del vivir muriendo.
(Hay un reverso luminoso de este poema. Se llama “La luz del pan en Segovia”, es de 1960. Un tono de canción popular, un aire festivo, de cántico alegre. El alimento transformado en irradiación –metáfora jubilosa-, y no en conciencia del acabamiento).


17.


Hasta donde conozco, hay un ensayo de Baquero que no ha sido publicado nunca en libro, “Antonio Machado y lo barroco”. De sus primeros textos ensayísticos, es esencial para completar la postura de Gastón ante la poesía: un programa de pensamiento que se visibiliza a través de la oposición a Machado y su concepto de lo poético. Una pugna entre dos modelos del conocimiento por la poesía; el roce chispeante entre una fe y otra fe. En 1939 hablaba ya Baquero en términos que habrían de repetirse en sucesivas indagaciones: “No basta encontrar las estrellas reflejadas en el agua espontáneamente. Para el poeta, lo poético, lo esencial, es re-encontrar, inventar, generar, lucificar con su iluminada conciencia, con su presta vigilia, el agua, la estrella, y la visión del agua y de la estrella”.
Sin embargo, otro hombre propuso antes Machado (en su texto “Reflexiones sobre la lírica”), un sujeto convencido de la realidad de lo real, que no cree en trasmundos ni transvisiones: “el hombre actual ha encontrado sus ojos (…) empieza a creer en la realidad de cuanto ve y toca. El mundo como ilusión –piensa- no es más explicable que el mundo como realidad. (…) No soy ya el soñador, el frenético mimo de mi propio sueño. Tampoco el mundo se viste de máscara para que yo lo contemple. Las cosas están allí donde las veo, los ojos allí donde ven. (…) este hombre nuevo (…) pretende haberse despertado. Su mundo se ilumina, quiere poblarse, no de fantasmas, sino de figuras reales. Este hombre no puede ya definirse por el sueño, sino por el despertar”.
Está en juego el orgullo del poeta-vidente, del que tiene capacidades para traspasar la coraza de lo real: una mitología completa corre el riesgo de derrumbarse. Y todo con un sustrato clasista: arrumbar el pedestal del aristócrata metaforizante, y encimar al hombre común. Una batalla larga, que se produciría con algunas variaciones de superficie antes y después, en casi todas las “tradiciones” literarias, en casi todas las geografías.
De todas formas, el ensayo de Baquero constituye un abundante repertorio de argumentos a favor de la metáfora –lo que tiempo después sería explicado por él como la limpieza a fondo que hace la poesía, o como la multiplicación de los gestos y las acciones de Dios: “Una metáfora representa (…) un intento de aumentar las nociones o elementos con que el hombre cuenta para ordenar el universo. Gracias a ella, son los hechos (…) punzados, fecundados de sí mismos, enriquecidos hasta la exhaustez. Sólo cuando un centenar de metáforas ha ido a hundirse en la pesada duración de una experiencia (…) comienza ésta a irradiar por toda su periferia una luminosa lluvia de sentido, una expresión profunda y poderosa”.


18.


Debajo del título de un poema de Baquero, “Silente compañero”, se lee: “(Pie para una foto de Rilke niño)”. Voy a anudar algunos textos a este pie de foto. Tiraré del cordón; ya sé hacia dónde me conducirá, pero quiero reconstruir el trayecto, el sustrato del gesto de Gastón. Dice un crítico sobre Rilke: el poeta “contempla la vida con ojos de primer hombre, y busca impresiones, contactos directos con el mundo (…). Es como un recién nacido que, lleno de curiosidad, abre los ojos y ve por primera vez y se lanza a descubrir la vida y el Universo”.
Escribe Rilke cuando caracteriza al poeta: debe intentar “como el primer hombre, decir lo que ve y experimenta y ama y pierde”; es un “ser enorme e infantil que (…) se recoge quizás en el niño que levanta su gran mirada”.
Baquero escribió sobre Rainer Maria: irradió “una viva enseñanza: la de que el poeta trae una misión de reconocimiento (…) de individuo encargado de demostrar a los seres que el mundo no está vacío (…) que no está gastada la capacidad de asombrarse”.
El poeta como inocente maravillado emerge de estos tres momentos –que podrían prolongarse con Albert Beguin, Octavio Paz…Un arquetipo se construye desde tres voces, que se superponen y hacen denso un relato. Detrás, como un discurso en donde todo alcanza su sitio perdurable, el poema de Baquero: “Parece que estoy solo, y este niño del látigo fláccido está junto / a mí, / derramando como compañía su mirada sagaz, temerosa porque / ha reconocido / el vacío futuro que le espera; / parece que estoy solo, y golpéandome el hombro está este niño, / este aislado de la multitud, lleno de piedad por ella, / que se inclina sobre el centro del misterio, / y golpea y maldice, / y hace estremecerse al barro y al arcángel, / porque es el Testimonio, el niño prodigio que trae la corona de / espinas, / la verdad asfixiante del sordo y ciego cielo”.


19.


Recuerdo aquí unos versos de “Magnolias para Betina”, de Baquero: “Cuando una niña llamada Betina, niña sin brazos, tristísima Betina, / Eleva hacia el Magnolio sus ojos pavoridos, sale de entre lo negro, / Como una estrella espesa, como una mascarilla de alguna extinta rosa / La magnolia lunar (…)”. Meses después de haber leído el poema, me encontré con este fragmento de María Zambrano, de Claros del bosque: “la belleza al par que manifiesta la unidad (…) se abre como una flor que deja ver su cáliz, su centro iluminado que luego resulta ser el centro que comunica con el abismo. (…) Y quien se asoma al cáliz de esa flor (…) arriesga ser raptado. Riesgo que se cumple en (…) [la] muchacha, la inocente que mira en el cáliz de la flor que se alza apenas, al par del abismo y que es su reclamo, su apertura”.
Dejaré a los dos fragmentos estar cerca, espejéandose.


20.


La bella, multiforme y sublimada “evasión” del mundo poético de Baquero –que no tiene raseros en la poesía cubana contemporánea. La huida de lo cotidiano, de las vivencias “comunes”, comunitarias, los “percances” triviales, la construcción de las alucinadas travesías que son sus poemas. La realidad golpeando duramente sus años de exiliado. Aquélla era quizá la única respuesta posible.
Obras citadas
Se han citado los siguientes textos en cada apartado (todos las citas de poemas de Gastón Baquero provienen de Poesía Completa, Editorial Verbum, Madrid, 1998):
4— Conversación con Gastón Baquero [1987], Felipe Lázaro, Ed. Betania, Madrid, 1994, 2da. ed.
5— Conversación con Gastón Baquero [1987], Felipe Lázaro, Ed. Betania, Madrid, 1994, 2da. ed.
— “El último número de Orígenes” [1954], Gastón Baquero, en La fuente inagotable, Pre-textos, Valencia, 1995, pp. 197-200.
— Lo cubano en la poesía [1958], Cintio Vitier, Letras Cubanas, La Habana, 2002.
6 — “La zarza ardiendo. Símbolo y realidad” [1958], Cintio Vitier, en Poética, Letras Cubanas, La Habana, 1997, pp. 115-121.
— La razón en la sombra. Antología del pensamiento de María Zambrano, Siruela, Madrid, 1993, editor Jesús Moreno Sanz.
— “A Witold Hulewicz” [1925], Rainer Maria Rilke, en Obras, Plaza & Janés, Barcelona, 1971, trad. José María Valverde, 2da. ed., pp. 1451-1455.
— “Los enemigos del poeta” [1942], Gastón Baquero, en Poesía completa, Editorial Verbum, Madrid, 1998, pp. 38-41.
7— “Poesía y persona” [1943], Gastón Baquero, en Poesía completa, Editorial Verbum, Madrid, 1998, pp. 72-73.
8— Conversación con Gastón Baquero [1987], Felipe Lázaro, Ed. Betania, Madrid, 1994, 2da. ed.
9— “Al lector” (pp. 11-13), “El misterio” (1952, pp. 15-19), “Martí, Gabriela y Montalvo” (1989, pp. 61-63), “Cristo laico” (pp. 91-93), “Las cartas” (1955, pp. 45-47), “Los hombres” (1945, pp. 35-38), Gastón Baquero, todos en La fuente inagotable, Pre-textos, Valencia, 1995.
10— “La poesía es como un viaje”, Efraín Rodríguez Santana [entrevista a Baquero], en Encuentro de la cultura cubana, no. 2, otoño de 1996, pp. 6-13.
11— “Los hombres” [1945], Gastón Baquero, en La fuente inagotable, Pre-textos, Valencia, 1995, pp. 35-38.
12— “El pensamiento de Orígenes (En diez puntos)”, Cintio Vitier, en http://www.lajiribilla.cu/2002/n83_diciembre/1978_83.html.
13— “La poesía” [1986], Gastón Baquero, en La fuente inagotable, Pre-textos, Valencia, 1995, pp. 21-27.
14— “Panorama de la poesía cubana” [1971], Gastón Baquero, en La fuente inagotable, Pre-textos, Valencia, 1995, pp. 131-142.
15— “Sobre el lenguaje figurado” [1954], Cintio Vitier, en Poética, Letras Cubanas, La Habana, 1997, pp. 92-106.
— “A Franz Xaver Kappus” [1903] (dos cartas con el mismo encabezado, pp. 1187-1188 y pp. 1193-1197), “A Witold Hulewicz” [1925, pp. 1451-1455], Rainer Maria Rilke, en Obras, Plaza & Janés, Barcelona, 1971, trad. José María Valverde, 2da. ed.
— “La zarza ardiendo. Símbolo y realidad” [1958], Cintio Vitier, en Poética, Letras Cubanas, La Habana, 1997, pp. 115-121.
— La razón en la sombra. Antología del pensamiento de María Zambrano, Siruela, Madrid, 1993, editor Jesús Moreno Sanz.
16— “Una visión de la poesía cubana del siglo XX: Gastón Baquero”, Niall Binns, en Entrevistas a Gastón Baquero, Felipe Lázaro et. al, Betania, Madrid, 1998, pp. 84-90.
17— “Antonio Machado y lo barroco”, Gastón Baquero, en Espuela de Plata, no. 1, agosto-septiembre, 1939, pp. 14-16.
— “Reflexiones sobre la lírica”, Antonio Machado, en Abel Martín. Cancionero de Juan de Mairena. Prosas varias, Losada, Buenos Aires, 1943, pp. 91-106.
18— “Rilke, ese incomprendido”, Lieselott Delfiner-Leopold, en Obras, Plaza & Janés, Barcelona, 1971, trad. José María Valverde, 2da. ed., pp.25-272.
— “A Franz Xaver Kappus” [1903, pp. 1184-1187], “Sobre el poeta joven” [1913, pp. 1674-1680], en Obras, Plaza & Janés, Barcelona, 1971, trad. José María Valverde, 2da. ed.
— “La poesía como reconstrucción de los dioses y del mundo” [1960], Gastón Baquero, en Ensayo, Fundación Central Hispano, Salamanca, 1995, pp. 11-41.
19— La razón en la sombra. Antología del pensamiento de María Zambrano, Siruela, Madrid, 1993, editor Jesús Moreno Sanz.






Walfrido Dorta Sánchez (Colón, Matanzas, Cuba, 1976)
Filólogo. Ensayista y crítico. Ha publicado ensayos en revistas como Temas, La Gaceta de Cuba, Unión, Encuentro de la cultura cubana, Revista Iberoamericana. Publicó el libro El testigo y su lámpara: para un relato de la poesía como conocimiento en Gastón Baquero (Ediciones Unión, La Habana, 2001, Premio UNEAC de Ensayo 2000).

Friday, April 25, 2008

Jose Diaz Cervera

Amo este oficio y lo respeto”

viernes, 25 de abril de 2008. Periodico Por esto!


Días de cosecha. He aprendido a caminar por la vida sin euforia y con mucha cautela. Me he dedicado a tratar de escribir bien, es decir, dominando mi oficio, tratando de entender lo que sucede a mi alrededor y siendo despiadado conmigo mismo. No soy mejor escritor que hace una semana, es sólo que gané un premio de importancia a nivel nacional y ello no deja de asustarme en el fondo. En realidad tengo poco que decir, aunque de ese poco yo me permitiría esbozar una idea importante, al menos para mí. Nunca he escrito pensando en un concurso o algo que se le parezca; escribo para comprender el mundo en el que vivo, escribo sin concesiones y al límite de mi capacidad. No me tienta la fama y desearía que los que vienen detrás de mí entiendan que lo importante es tratar de hacerlo bien, y que la opción de participar en un certamen literario es aleatoria. En todo caso, la decisión de entrar a un concurso debe tomarse una vez que el autor haya hecho distancia suficiente con respecto de su producto, para evaluarlo con algún viso de objetividad.Yo debo lamentar el hecho de que algunos escritores jóvenes de Yucatán jueguen al águila o sol con su trabajo; a veces me angustia que muchos oficiantes de las letras de nuestro estado se presionen por terminar una obra en el plazo fatal fijado por alguna convocatoria. Me parece insatisfactorio que los jóvenes se asomen a los trabajos ganadores y traten de imitarlos para aspirar a un galardón.En Yucatán hemos oscilado entre dos posturas antagónicas: los que dicen que ésta es tierra de poetas, y los que se han dedicado a denostar para tratar de erigirse como las figuras originarias de la literatura local. Ninguna de las dos posturas es sana: una por autocomplaciente y otra por ignorante.Es tiempo de que salgamos del diletantismo. No podemos vivir haciendo la apología de la ignorancia; no podemos seguir en la soberbia de tratar de oponer nuestras ocurrencias a las ideas razonablemente sustentadas. Se escribe desde una sólida cultura literaria y eso no lo comprende mucha gente, aunque bastaría repasar la historia para saberlo. Este fin de semana estaré en Tamaulipas, e iré a recoger mi premio luciendo orgullosamente una guayabera de mi tierra. El lunes regresaré a mis clases y todo quedará olvidado, pues la única manera de vivir poéticamente es con los ojos puestos en el futuro. Sin duda estoy contento; contento por ganar, pero, sobre todo, porque amo este oficio y lo respeto, pues me hace mejor hombre y ese galardón no me lo quita nadie.

Saturday, April 19, 2008

Voy desollado… eso es todo

Periodico Por esto! Sábado, 19 de abril de 2008

Manuel J. Tejada

José Díaz Cervera, primer lugar del Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta.

Fue durante una de las mesas de trabajo del encuentro de escritores en el marco de la II Feria Regional del Libro, que se lleva a cabo a lo largo de esta semana en Chetumal, Quintana Roo, que se recibió la noticia.Mientras nuestra compañera Ruperta Bautista Vázquez de Chiapas leía sus poemas en maya tzotzil, el poeta José Díaz Cervera (Valladolid, Yuc., 1958), a través de una llamada al celular, fue notificado de haber obtenido el primer lugar del Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta convocado por el gobierno de Tamaulipas, reconocimiento de mucho prestigio en el ámbito nacional. Recuerdo que en el preciso instante de la llamada, José Díaz me tocó el hombro y me aparté del lugar donde se llevaba a cabo la lectura para seguirlo. El, aún con el celular en la mano, daba sus primeras impresiones a la prensa tamaulipeca. En un primer momento supuse que algo malo sucedía pues lo escuché exaltado; sin embargo, me fui percatando de que en realidad la noticia había sido el premio.Salimos del Museo de la Cultura Maya donde se han estado realizando la mayoría de los eventos, y ahí, frente al mercado Ignacio Manuel Altamirano, ante la mirada de decenas de personas que ocupaban las bancas aledañas, José alzó los brazos en un gesto más de agradecimiento que de victoria.Fue hasta entonces que viró hacia mí y me dijo: “Ganó… La piel, Manuel… ganó el Efraín Huerta”, y nos fundimos en un fraterno abrazo.Al finalizar la mesa de lectura la moderadora extendió la noticia a todos los presentes e hizo pública la felicitación de la Secretaría de Cultura de Quintana Roo. Los aplausos no se hicieron esperar. Escritores como Javier España y Toribio Cruz estrecharon la mano del poeta vallisoletano.Conozco a José Díaz Cervera desde hace algunos años. Me lo presentó Tomás Ramos un sábado de febrero en el café del hotel Colón. Con él comenzamos un taller de literatura junto a otros compañeros como Karla Marrufo, Aracelly Guerrero y Agustín Abreu. Bajo su mirada crítica escribimos un poemario, “El éter de las esferas”, que concursó en la convocatoria editorial del Ayuntamiento de Mérida. Participamos bajo el seudónimo de “Marsias”, y desde entonces, así se nos conoce.Lo que comenzó como una charla y a modo de taller, hoy es una sólida amistad literaria y hasta con sobrenombre.Pero ahora no voy a hablar de Marsias, sino de José Díaz Cervera, de algo que nos ha transmitido. Me refiero a la honestidad con que hay que hacer las cosas, en el caso particular de nuestro oficio, de hacer literatura. En el difícil camino de escribir, muchas son las barreras que surgen. José sostiene que mientras obremos al límite de nuestras capacidades, la literatura misma abrirá puertas y encontrará espacios propios para su realización. En suma, nos ha enseñado a valorar que más allá de largos currículum, mafias y cofradías, que la literatura hecha con honestidad se vale por sí misma.Desde estas líneas, el grupo Marsias y la Red Literaria del Sureste, extiende su felicitación al poeta José Díaz Cervera, quien con este premio respalda nuestra visión literaria.El título de este artículo lo he tomado de los primeros versos del poemario “La piel” con que ganó el Efraín Huerta. En él se contiene su poética, su visión de mundo. ¡Marsias Vive!

Friday, April 18, 2008


José Díaz Cervera
Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2008



En medio del debate nacional, promovido por algunas instancias mediana o completamente cercanas a los círculos editoriales importantes del país, acerca de la condición actual de la poesía en México, el poeta yucateco José Díaz Cervera levanta, silenciosamente, la voz, para decir de nuevo: la poesía en México existe, y está sana, creándose sin prisas y sin pretensiones.
Quienes le conocemos no estamos sorprendidos: José Debe ganar este y varios otros premios importantes del país. Lo que hoy celebramos debe ser una llamada de atención sobre su obra anterior, delicada y precisa.

Rodeado siempre de un pequeño círculo de amigos y lectores, José Díaz Cervera es—para utilizar su propia definición de poeta—un sacerdote del silencio. Un poeta de verdad.

Enhorabuena.
Dejo abajo el mensaje de la Red Literaria del Sureste, en el cual se incluye la bio-bibliografia del autor:
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La Red Literaria del Sureste felicita al escritor José Díaz Cervera por haber obtenido el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2008, con el poemario "La Piel".
José Díaz Cervera, nació en Valladolid, Yucatán el 7 de octubre de 1958, es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Univesidad Iberoamericana.Cuenta con los libros de poesía: Licantra (UNAM, Colección "El ala del tigre", 1992), Manual del Fingidor (Universidad Autónoma de Yucatán, Colección "La huella del viento", 1997), y el libro de ensayos Elocuencias del Delirio (Ayuntamiento de Mérida, Colección "Capital Americana de la Cultura", 2001). En 1996 ganó los Juegos Florales Nacionales de Ciudad del Carmen, Campeche.
Sus poemas han sido incluidos en varias antologías y han sido traducidas al inglés y al eslavo.Ha publicado también en las revistas Cultura Sur y Tierra Adentro, y en los suplementos culturales como el Sábado del periódico uno más uno. Algunos ensayos y artículos se han publicado en la revistas Siempre y Al Pie de la Letra, el Diario de Yucatán y en periódicos de Cuba y la República de Chile.

Ha coordinado talleres de creación poética en México, D.F. donde trabajó al lado de los poetas Carlos Illescas y Oscar Oliva. Estuvo al frente del Taller de Poesía de la Casa de la Cultura "José Reyes Heroles", de la Delegación Coyoacán.

"Los disfraces del fuego" tiene segunda edición, ahora en Ecuador

  Queridos amigos, me alegra mucho decirles que mi libro “Los disfraces del fuego”, que fue publicado en México hace uños años y ahora está ...