Sunday, May 11, 2008

Dispersiones en torno a Gastón Baquero



Walfrido Dorta Sánchez



Tomado de: Otro Lunes. Revista Hispanoamericana de literatura. Diciembre 2007. Año 1. No 3.





1.


¿Es posible encontrar en la ensayística cubana algún proyecto de escritura más excéntrico que el que le declarara en 1994 Gastón Baquero a Felipe Lázaro en una entrevista?


2.


Los discursos de Baquero sobre la poesía forman un cuerpo bastante extenso, teniendo en cuenta las amplias zonas de silencio escritural que conforman su trayectoria vital. Ya publicaba ensayos filosóficos en las primeras revistas “origenistas” (Poeta, Clavileño), y sacó a la luz al menos cuatro libros íntegramente dedicados a reflexionar en clave teórica el hecho poético o a leer las obras de autores específicos a través de sus ideas, digamos, “abstractas” sobre lo poético. Lo interesante de esto no es indagar en la novedad de sus postulados. Es más jugoso verificar cómo existen gracias a y en una tupida red de referencias concomitantes, un entramado en el que se pueden intercambiar numerosos términos de un discurso a otro –sea de Cintio Vitier, María Zambrano, Octavio Paz, Heidegger, Rilke, Saint-John Perse, Albert Beguin- sin que alteremos sustancialmente los contornos de estas rutas de entendimiento. Baquero alimentó unas creencias y transitó por las vías de algunas preguntas fundamentales. Abrió desde temprano la puerta hacia ciertos dogmas de fe modernos sobre la poesía. Marcó este camino, con la inevitable mezcla entre redundancia y novedad que la modernidad trajo consigo. Creo que todavía no se ha subrayado lo suficiente.


3.


No sabemos minuciosamente cuál fue la relación de Baquero con los origenistas; qué acuerdos y encuentros posibilitaron la amistad con Lezama, por ejemplo; por qué Gastón publicó un solo texto en Orígenes. Tenemos referencias desperdigadas, pero no conocemos profundamente cuáles lecturas sostuvieron sus años jóvenes, cuáles autores rechazó; cómo transcurrió su largo periodo como periodista; sus afiliaciones políticas en la isla republicana. Menos aún los pormenores de su salida de Cuba, su llegada a Madrid, su vida de exiliado. Qué españoles lo acogieron, los que lo ignoraron. Cómo se ganó la vida. La génesis de sus libros, el avatar de sus intentos por publicar, por darse a conocer…Falta una biografía sobre Gastón Baquero, y está claro que será difícil responder muchas de estas preguntas. La literatura cubana reposa históricamente sobre el gran vacío de la escasez de biografías de sus escritores, como si sólo importaran las obras mismas, una equivocada y altiva manera de entender los críticos lo que pasa dentro de los textos, alrededor de ellos…


4.


Baquero le confesaba a Felipe Lázaro en 1994, que tenía en proyecto varios ensayos. Fue una verdadera lástima que no llegara a realizarlos. Contaríamos desde ese momento con algunos relatos de los más insólitos dentro del ensayismo cubano. “Uno sobre ‘Las bases tróficas de la poesía’, analizando la relación entre los alimentos y la creación de poemas. Y otro (…) sobre el hombre como producto de la fermentación pútrida de una estrella muerta”. Según Gastón, “hay una estrecha relación bioquímica, trófica (no estrófica), entre lo que se ingiere –se incorpora, diría Lezama- y lo que se escribe. Es posible llegar a construir un poema de acuerdo con la cantidad de carbohidratos, o de proteínas y aminoácidos, etc., que se haya incorporado al organismo”.
¿Es que habrá entonces una directa y fatal relación entre, por ejemplo, la pobreza y la endeble sustancia de la poesía conversacional cubana de los ’60 y ’70 y la falta de alimentos “fuertes” de la Cuba de esas décadas? ¿O tendrá que ver la malnutrición endémica de los cubanos con ciertas zonas débiles de la poesía insular?


5.


Bastaría la imagen de José Martí que emerge de los ensayos de Baquero para afirmar la afiliación origenista de éste. No importa que haya publicado un solo texto en la revista del grupo, ni que se distanciara de éste al dedicarse al periodismo y “ascender” en la jerarquía social republicana, alejándose de alguna forma de cierto ideal de poeta que vive de la poesía dignamente, de cierto halo de pobreza irradiante tan caro al universo beatífico de Orígenes. No importa tampoco que Baquero, ya en el exilio, y por la fecha un tanto tardía de 1994, negara la existencia de los origenistas como generación, al considerarlo un grupo dispar, muy heterogéneo, nada unificado, y afirmara que calificar de esa manera a sus coetáneos es “lanzarse, por comodidad y por obediencia al lugar común, a hablar de ‘la generación de Orígenes’”. (A continuación, en esa entrevista, amengua la relevancia de la publicación origenista, y la subsume en un devenir casi natural y “sempiterno”, como “una expresión más del amor (…) de los cubanos por la literatura y por la publicación de buenas revistas” –pasa a enumerar otra multitud de títulos de revistas cubanas de la época, de las que según él no se puede desconocer su importancia).
Era algo distinto lo que se leía en un texto de Baquero de 1954, una reseña sobre el último número de Orígenes en ese momento. Aquí distingue a la revista como representante de la resistencia cultural dentro de la desintegración republicana; un bastión contra el “duro huracán de vulgaridad, comedia, utilitarismo y pose” que atravesaba la nación. Canto nostálgico por una actitud que él mismo abandonó, la reseña de Baquero encumbra a los origenistas hacia el altar casi martirológico del sacrificio intelectual a cambio de nada: un retrato de grupo con él fuera de sitio, con el vacío del ya ido (esta ausencia la escribirá cuatro años después Vitier en Lo cubano en la poesía, con un tono lamentoso a través del cual no podemos dejar de ver la silueta de Baquero como lejos, distante: “Él era el huésped increíble, y el poder de la pobreza. Sus poemas llegaban y se establecían en la luz como si siempre hubieran estado ahí, familiares en su secreto y en su grave magnitud. Un día ya no quiso escribirlos más”).
Como saldar una deuda, enmendar una falta, cubrir una distancia: escribe Gastón sobre “quienes representan de veras lo mejor, lo más puro, lo sólido de una nación”; los que continúan “el esfuerzo intelectual (…) creador (…). Ese poeta que prosigue en su trabajo, ese pintor que continúa en lo suyo (…) ese compositor que se esfuerza por salvarse de lo cómodo (…)”. Los héroes permanecen “frente al escenario público, conocido, ruidoso y altoparlante de una cultura falsa (…) alentadora de las peores tendencias a no crear, sino a ‘hacerse una posición’”. Cincela la escultura, marmórea, de los origenistas con los que años atrás compartía destino literario: ellos representan “el espíritu valeroso” de esos artistas sacrificados.




6.




Toda la filosofía poética de Baquero se sostiene sobre la creencia en una falta, que se vuelve ganancia, posibilidad misma de la poesía: la realidad carece de algo que es necesario develar. Es “la visión que percibe en lo real una vibración extraña, un casi imperceptible temblor alusivo”, diría Vitier. Un conjunto de cosas que necesitan religarse a otras dimensiones; el poeta “es requerido constantemente por la realidad que suplica (…) algo así como si le dieran la verdad que le falta, el ser que se quedó atrás”, diría María Zambrano. “La transitoriedad tropieza en todos sentidos con un ser profundo (…) todas las conformaciones de este mundo (…) han de situarse en esas significaciones superiores en que tenemos parte (…) hay que introducir lo visto y lo tocado aquí hacia la órbita más amplia”, diría Rilke. Este es el linaje filosófico con el que dialoga Baquero, su arsenal de certidumbres. Hay muchas más correspondencias que establecer, muchos episodios de concordancia. Que cierre el propio Gastón –por ahora- este mínimo tránsito: “el universo está allí delante, intacto casi todavía para nuestro conocimiento (…) [con] su dura sustancia, hecha de claves y reservados jeroglíficos (…). La poesía no es sino el ejercicio de penetración e intervención en el recinto desconocido o cerrado aún del mundo aprovechándose del poder traslaticio que obra el lenguaje sobre la realidad”.


7.


La poesía de Baquero no es útil. No sirve ni para los discursos nacionalistas, ni para los discursos de género, ni para los discursos de raza. No se puede aprovechar para casi ninguna reivindicación. La obra de Baquero tal parece una huida cautelosa de algunas determinaciones incómodas: siendo homosexual, no se hace visible en ella una poética homoerótica; siendo negro, rehuyó el tema racial, y criticó desde temprano y cuanto pudo la llamada poesía negra. Habrá quien vea en estas carencias una cobardía, un heroísmo o una fatalidad epocal. Ya lo decía Gastón rotundamente en uno de sus textos más filosóficos, en los umbrales de Orígenes: “Mirando cerradamente, ocurre que es un yerro imperdonable relacionar vida y obra, en toda circunstancia.” Y aún más categórico: “no es posible que una verdadera biografía coexista con una obra verdadera”.




8.


¿Estarán vinculadas la ingestión de azúcares fermentados y la poesía erótica de Carilda Oliver Labra? Quedémonos con la gastronomía y la escritura francesas, según Baquero: “Mallarmé, estoy seguro, devoraba grandes cantidades de ostras. Verlaine llevaba los bolsillos llenos de cerezas”.




9.


El Misterio. El Primero. El que es “otra cosa además”. Quien es proteico, acomodado a la naturaleza del otro, un casi hermafrodita. El “arquetipo de lo cubano”. La “visita que ilumina la casa. Alegra el alma. Repone en las alacenas del espíritu esperanza y fe”. El ángel que “inyecta en el espíritu y en la inteligencia (…) un género de esperanza sobrehumana. Como la esperanza que trajo entre sus manos el Salvador un día de diciembre”. El “Cristo laico”. Hay un Martí, digamos, republicano, en Baquero. Que es el Martí origenista. El paradigma inalcanzado al que hay que aspirar en la República para la salvación de la nación. De hecho, es casi la única vía de redención, la Solución de todo: “Martí debió bastar, y sobrar, desde hace mucho, para transformar a Cuba en el primer país del Nuevo Mundo” –dice Baquero en un texto de 1955. Los textos de Gastón de esta época reclaman todo el tiempo la incorporación cívica del legado de Martí a la vida nacional. Hay mucha distancia entre la vida práctica cubana y el ideal cívico martiano, dice Baquero. “Es demasiada la diferencia que existe entre el hombre medio nuestro y la razón media de la conducta y ser de Martí”. Y por ahí hemos andado siempre, antes y después del cataclismo del 59: alejando más y más el paradigma, santificándolo, cristianizándolo, enalteciéndolo –obstinados en obviar su naturaleza esencialmente inalcanzable-, y reclamando que hay que llegar a él. Sobre esta paradoja, como bisagra efectiva, ha transcurrido buena parte de los discursos políticos cubanos.




10.




Hay un grande y planificado escamoteo en la poesía de Baquero: el que huye del yoísmo tan caro a la poesía cubana, del egotismo lastimero y lloroso. Así, Gastón entiende lo autobiográfico casi metafísicamente, una marca de agua omnímoda que signa la escritura. “En cada poema de uno está la persona completa y lo que la persona es (…) Todo lo que el hombre hace tiene la huella completa del hombre”. Autobiografía imaginada, yo inventado, vivencia fantaseada, añadido biográfico: en estas conjunciones se inscriben textos como “Memorial de un testigo”, “Testamento del pez”, “Palabras escritas en la arena por un inocente”. De paso, evoco la trilogía de oro de Baquero, al menos para mí. Bastarían estos poemas para la gloria, el canon, las antologías, el futuro, o como quiera que llamemos a la perdurabilidad.


11.


Por cierto, el final de un texto de Baquero sobre Martí de 1945 (“Los hombres”), es la transmutación de “Qué pasa, qué está pasando”, el poema del primer libro de Gastón. Viene a realizarse de esta manera la concepción mistérica de Martí, aquello que hay que develar y carnalizar: el héroe “surgirá de las entrañas, de lo más puro y seguro (…) surgirá en el seno de nosotros, como surge la luz en los cielos, como surgen las rosas deslumbrantes, silenciosas, profundas, en el jardín callado y laborioso”.


12.


Gastón Baquero es una especie de estadio o producto intermedio dentro del continuo origenista entre la beatería a lo Cintio Vitier y el aura demoniaca y desestabilizadora a lo Virgilio Piñera/Lorenzo García Vega. Creo que es por eso que en algunas ocasiones se le ha asociado a Eliseo Diego, otro intermedio entre aquellos estereotipos. (De todas maneras, no hay que olvidar en Baquero su visión sacralizadora y cristianizante de Martí, o su obstinado empeño en entender alguna poesía blasfema del siglo XX como un momento en el camino hacia la reconstrucción y el reencuentro con Dios –es la misma voluntad aglutinadora de Vitier cuando homogeneiza a Orígenes: “confluimos desde nuestro diverso catolicismo con los que no lo compartían, pues estos últimos practicaron de hecho la misma fe, aunque no la declarasen, en una gnoseología poética que los llevó a interpretar la realidad desde otro absoluto: el de un sinsentido igualmente totalizador y trascendente a las cosas mismas”).




13.


He leído también algunos textos de Baquero sobre Martí, escritos ya en el exilio. Advierto cierto corrimiento hacia un rescate menos cívico, menos político si se quiere. Emerge el discurso baqueriano sobre la filosofía de la poesía, el mismo que articuló en sus ensayos “La poesía como reconstrucción de los dioses y del mundo”, “La poesía como problema”, y otros. Entonces incorpora a Martí a este discurso con los rasgos del vidente, el soñador, “el poeta siempre”, el transveedor. El “trans-sustanciador de lo real en irreal y de lo irreal en realidad. (…) un soñador que ve los hechos exteriores, y un pragmático que siente la fuerza de los sueños”. Entonces podríamos intercambiar los roles textuales, las imágenes rectoras de la poesía de Baquero, y leer martianamente a los sujetos del conocimiento poético de textos como “Qué pasa, qué está pasando”, o de “Testamento del pez”. Una simbiosis autorizada por estas palabras, por ejemplo: “Es el poeta (…) quien siente que lo irreal no es más que lo real incompletamente visto, lo material mirado descuidadamente, sin ver lo que verdaderamente se tiene ante los ojos. Que no es solamente el cuerpo, sino el intracuerpo, el extracuerpo, lo espectral materializado” (Baquero).



14.


Que Baquero publicara en 1971 un “Panorama de la poesía cubana” con el seudónimo de Manfredo Astacci (republicado en La fuente inagotable, de 1995), me hace pensar, quizá erradamente, en cierto carácter conflictivo con lo autobiográfico, en un sentido general. No he leído en ningún sitio los motivos de este encubrimiento. El propio Baquero alude en una nota al pie a las “mil razones o sinrazones” por las que firmó así el texto. Dentro de este panorama, se detiene en Orígenes, por supuesto, y no duda en calificarla de generación. “La historia de la poesía cubana no había conocido jamás un momento de esplendor semejante al encarnado en la obra de esta generación”. Hay un pudor en estos actos de camuflaje en los que no se resuelve un conflicto latente con un país, unos amigos, una vida pasada. Al contrario, la máscara esconde quizá la huida hacia lo que no se quiere recordar, o el dolor por lo que ya no es. (Lorenzo García Vega recordó que nunca pudo hablar con Baquero sobre Orígenes, cuando se vieron en Madrid. Muchas veces se ha rememorado el encuentro de Gastón con Eliseo Diego, contado por la hija de éste. Un episodio de resolución conflictiva, si se permite lo paradójico; lleno de tensión dolorosa, de huida y de presencia al mismo tiempo…).


15.


“El más que hay en las cosas (…) el exceso gracioso y tremendo, la desconocida sobreabundancia”, escribe Cintio Vitier en un texto de su Poética. Quiero construir a partir de aquí un breve entramado de confluencias en torno a un poema de Baquero, “Qué pasa, qué está pasando”. Es lo que me interesa hacer cuando leo los textos de Gastón, su enhebrado y coherente relato sobre la poesía como modo de conocimiento. La crisis de este relato ya ha sido construida también por otros discursos de la propia modernidad, y no se puede obviar. Pero persigo de todas formas esa reunión de visiones sobre un mismo deslumbramiento, un mismo asombro ante el conocimiento por la poesía. Soy un tramoyista minúsculo, disfruto la asepsia de ciertas operaciones arqueológicas.
El que se pregunta “qué pasa…” en el poema de Baquero, sigue los dictados de Rilke: hay que buscar “la hondura de las cosas”; no dejarse “engañar por las superficies, en lo hondo todo se hace ley”; hay que reconocer “en lo invisible un rango más alto de la realidad”. Un “determinado grupo de cosas existentes (…) se nos presenta como imagen significativa de otra realidad en otro plano”; es la “facultad de que las cosas existentes se nos aparezcan configuradas como imágenes alusivas a un sentido que las traspasa”, esto escribe también Vitier. Las rosas, el oscuro espejo, la tierra oscura, el cuerpo secreto: hay que distinguir “entre lo que es y lo que hay” (María Zambrano); lo hace el que pregunta “Qué pasa, qué está pasando siempre debajo de la sombra / que las rosas perecen y renacen”.


16.


La misma extrañada y maravillada actitud ante las cosas de lo cotidiano, un sentido mágico de lo cercano, y además una ironía que se filtra sutil en el poema –haciendo el tono menos grave, menos eclesiástico que otros origenistas-, unen en una hermandad alimentada desde la literatura y por algunos encuentros casi póstumos a Gastón Baquero y Eliseo Diego. Aun cuando el primero pensara que Diego se distanciaba de él por tener “una visión de lo circundante más amorosa, más doméstica”, ciertamente a ambos los anima esencialmente muy similar postura ante lo poético. De todas formas, Baquero fantasea más, activa los códigos de un culturalismo más expansivo a nivel referencial, y se atreve mucho más a la hora de armar sus poemas. Dijo Gastón, con cierto desdén contemplativo: “A mí lo cotidiano me aburre mucho, lo doy por sabido” (…) [la poesía de Diego] es un culto al mundo doméstico, sencillo en apariencia (…) casi inagotable en el fondo. Él todo lo ve maravilladamente, ese mundo lo entreveo, pero paso de largo”.
Pero hay un poema de 1942 que bien pudiera haber escrito Eliseo. Lo hizo Gastón, pero se lo dedicó a Diego, quizá intuyendo esta afinidad subterránea, en los inicios de una vida intelectual, cuando seguramente pensaban que todo lo que vendría después sería milagroso, diáfano. El poema se llama “Del pan y de la muerte”: un augurio de expiración con un dejo juguetón, al mismo tiempo sobrecogido; el alimento se rebela para burlarse de la finitud del hombre; conciencia del morir en vida, del vivir muriendo.
(Hay un reverso luminoso de este poema. Se llama “La luz del pan en Segovia”, es de 1960. Un tono de canción popular, un aire festivo, de cántico alegre. El alimento transformado en irradiación –metáfora jubilosa-, y no en conciencia del acabamiento).


17.


Hasta donde conozco, hay un ensayo de Baquero que no ha sido publicado nunca en libro, “Antonio Machado y lo barroco”. De sus primeros textos ensayísticos, es esencial para completar la postura de Gastón ante la poesía: un programa de pensamiento que se visibiliza a través de la oposición a Machado y su concepto de lo poético. Una pugna entre dos modelos del conocimiento por la poesía; el roce chispeante entre una fe y otra fe. En 1939 hablaba ya Baquero en términos que habrían de repetirse en sucesivas indagaciones: “No basta encontrar las estrellas reflejadas en el agua espontáneamente. Para el poeta, lo poético, lo esencial, es re-encontrar, inventar, generar, lucificar con su iluminada conciencia, con su presta vigilia, el agua, la estrella, y la visión del agua y de la estrella”.
Sin embargo, otro hombre propuso antes Machado (en su texto “Reflexiones sobre la lírica”), un sujeto convencido de la realidad de lo real, que no cree en trasmundos ni transvisiones: “el hombre actual ha encontrado sus ojos (…) empieza a creer en la realidad de cuanto ve y toca. El mundo como ilusión –piensa- no es más explicable que el mundo como realidad. (…) No soy ya el soñador, el frenético mimo de mi propio sueño. Tampoco el mundo se viste de máscara para que yo lo contemple. Las cosas están allí donde las veo, los ojos allí donde ven. (…) este hombre nuevo (…) pretende haberse despertado. Su mundo se ilumina, quiere poblarse, no de fantasmas, sino de figuras reales. Este hombre no puede ya definirse por el sueño, sino por el despertar”.
Está en juego el orgullo del poeta-vidente, del que tiene capacidades para traspasar la coraza de lo real: una mitología completa corre el riesgo de derrumbarse. Y todo con un sustrato clasista: arrumbar el pedestal del aristócrata metaforizante, y encimar al hombre común. Una batalla larga, que se produciría con algunas variaciones de superficie antes y después, en casi todas las “tradiciones” literarias, en casi todas las geografías.
De todas formas, el ensayo de Baquero constituye un abundante repertorio de argumentos a favor de la metáfora –lo que tiempo después sería explicado por él como la limpieza a fondo que hace la poesía, o como la multiplicación de los gestos y las acciones de Dios: “Una metáfora representa (…) un intento de aumentar las nociones o elementos con que el hombre cuenta para ordenar el universo. Gracias a ella, son los hechos (…) punzados, fecundados de sí mismos, enriquecidos hasta la exhaustez. Sólo cuando un centenar de metáforas ha ido a hundirse en la pesada duración de una experiencia (…) comienza ésta a irradiar por toda su periferia una luminosa lluvia de sentido, una expresión profunda y poderosa”.


18.


Debajo del título de un poema de Baquero, “Silente compañero”, se lee: “(Pie para una foto de Rilke niño)”. Voy a anudar algunos textos a este pie de foto. Tiraré del cordón; ya sé hacia dónde me conducirá, pero quiero reconstruir el trayecto, el sustrato del gesto de Gastón. Dice un crítico sobre Rilke: el poeta “contempla la vida con ojos de primer hombre, y busca impresiones, contactos directos con el mundo (…). Es como un recién nacido que, lleno de curiosidad, abre los ojos y ve por primera vez y se lanza a descubrir la vida y el Universo”.
Escribe Rilke cuando caracteriza al poeta: debe intentar “como el primer hombre, decir lo que ve y experimenta y ama y pierde”; es un “ser enorme e infantil que (…) se recoge quizás en el niño que levanta su gran mirada”.
Baquero escribió sobre Rainer Maria: irradió “una viva enseñanza: la de que el poeta trae una misión de reconocimiento (…) de individuo encargado de demostrar a los seres que el mundo no está vacío (…) que no está gastada la capacidad de asombrarse”.
El poeta como inocente maravillado emerge de estos tres momentos –que podrían prolongarse con Albert Beguin, Octavio Paz…Un arquetipo se construye desde tres voces, que se superponen y hacen denso un relato. Detrás, como un discurso en donde todo alcanza su sitio perdurable, el poema de Baquero: “Parece que estoy solo, y este niño del látigo fláccido está junto / a mí, / derramando como compañía su mirada sagaz, temerosa porque / ha reconocido / el vacío futuro que le espera; / parece que estoy solo, y golpéandome el hombro está este niño, / este aislado de la multitud, lleno de piedad por ella, / que se inclina sobre el centro del misterio, / y golpea y maldice, / y hace estremecerse al barro y al arcángel, / porque es el Testimonio, el niño prodigio que trae la corona de / espinas, / la verdad asfixiante del sordo y ciego cielo”.


19.


Recuerdo aquí unos versos de “Magnolias para Betina”, de Baquero: “Cuando una niña llamada Betina, niña sin brazos, tristísima Betina, / Eleva hacia el Magnolio sus ojos pavoridos, sale de entre lo negro, / Como una estrella espesa, como una mascarilla de alguna extinta rosa / La magnolia lunar (…)”. Meses después de haber leído el poema, me encontré con este fragmento de María Zambrano, de Claros del bosque: “la belleza al par que manifiesta la unidad (…) se abre como una flor que deja ver su cáliz, su centro iluminado que luego resulta ser el centro que comunica con el abismo. (…) Y quien se asoma al cáliz de esa flor (…) arriesga ser raptado. Riesgo que se cumple en (…) [la] muchacha, la inocente que mira en el cáliz de la flor que se alza apenas, al par del abismo y que es su reclamo, su apertura”.
Dejaré a los dos fragmentos estar cerca, espejéandose.


20.


La bella, multiforme y sublimada “evasión” del mundo poético de Baquero –que no tiene raseros en la poesía cubana contemporánea. La huida de lo cotidiano, de las vivencias “comunes”, comunitarias, los “percances” triviales, la construcción de las alucinadas travesías que son sus poemas. La realidad golpeando duramente sus años de exiliado. Aquélla era quizá la única respuesta posible.
Obras citadas
Se han citado los siguientes textos en cada apartado (todos las citas de poemas de Gastón Baquero provienen de Poesía Completa, Editorial Verbum, Madrid, 1998):
4— Conversación con Gastón Baquero [1987], Felipe Lázaro, Ed. Betania, Madrid, 1994, 2da. ed.
5— Conversación con Gastón Baquero [1987], Felipe Lázaro, Ed. Betania, Madrid, 1994, 2da. ed.
— “El último número de Orígenes” [1954], Gastón Baquero, en La fuente inagotable, Pre-textos, Valencia, 1995, pp. 197-200.
— Lo cubano en la poesía [1958], Cintio Vitier, Letras Cubanas, La Habana, 2002.
6 — “La zarza ardiendo. Símbolo y realidad” [1958], Cintio Vitier, en Poética, Letras Cubanas, La Habana, 1997, pp. 115-121.
— La razón en la sombra. Antología del pensamiento de María Zambrano, Siruela, Madrid, 1993, editor Jesús Moreno Sanz.
— “A Witold Hulewicz” [1925], Rainer Maria Rilke, en Obras, Plaza & Janés, Barcelona, 1971, trad. José María Valverde, 2da. ed., pp. 1451-1455.
— “Los enemigos del poeta” [1942], Gastón Baquero, en Poesía completa, Editorial Verbum, Madrid, 1998, pp. 38-41.
7— “Poesía y persona” [1943], Gastón Baquero, en Poesía completa, Editorial Verbum, Madrid, 1998, pp. 72-73.
8— Conversación con Gastón Baquero [1987], Felipe Lázaro, Ed. Betania, Madrid, 1994, 2da. ed.
9— “Al lector” (pp. 11-13), “El misterio” (1952, pp. 15-19), “Martí, Gabriela y Montalvo” (1989, pp. 61-63), “Cristo laico” (pp. 91-93), “Las cartas” (1955, pp. 45-47), “Los hombres” (1945, pp. 35-38), Gastón Baquero, todos en La fuente inagotable, Pre-textos, Valencia, 1995.
10— “La poesía es como un viaje”, Efraín Rodríguez Santana [entrevista a Baquero], en Encuentro de la cultura cubana, no. 2, otoño de 1996, pp. 6-13.
11— “Los hombres” [1945], Gastón Baquero, en La fuente inagotable, Pre-textos, Valencia, 1995, pp. 35-38.
12— “El pensamiento de Orígenes (En diez puntos)”, Cintio Vitier, en http://www.lajiribilla.cu/2002/n83_diciembre/1978_83.html.
13— “La poesía” [1986], Gastón Baquero, en La fuente inagotable, Pre-textos, Valencia, 1995, pp. 21-27.
14— “Panorama de la poesía cubana” [1971], Gastón Baquero, en La fuente inagotable, Pre-textos, Valencia, 1995, pp. 131-142.
15— “Sobre el lenguaje figurado” [1954], Cintio Vitier, en Poética, Letras Cubanas, La Habana, 1997, pp. 92-106.
— “A Franz Xaver Kappus” [1903] (dos cartas con el mismo encabezado, pp. 1187-1188 y pp. 1193-1197), “A Witold Hulewicz” [1925, pp. 1451-1455], Rainer Maria Rilke, en Obras, Plaza & Janés, Barcelona, 1971, trad. José María Valverde, 2da. ed.
— “La zarza ardiendo. Símbolo y realidad” [1958], Cintio Vitier, en Poética, Letras Cubanas, La Habana, 1997, pp. 115-121.
— La razón en la sombra. Antología del pensamiento de María Zambrano, Siruela, Madrid, 1993, editor Jesús Moreno Sanz.
16— “Una visión de la poesía cubana del siglo XX: Gastón Baquero”, Niall Binns, en Entrevistas a Gastón Baquero, Felipe Lázaro et. al, Betania, Madrid, 1998, pp. 84-90.
17— “Antonio Machado y lo barroco”, Gastón Baquero, en Espuela de Plata, no. 1, agosto-septiembre, 1939, pp. 14-16.
— “Reflexiones sobre la lírica”, Antonio Machado, en Abel Martín. Cancionero de Juan de Mairena. Prosas varias, Losada, Buenos Aires, 1943, pp. 91-106.
18— “Rilke, ese incomprendido”, Lieselott Delfiner-Leopold, en Obras, Plaza & Janés, Barcelona, 1971, trad. José María Valverde, 2da. ed., pp.25-272.
— “A Franz Xaver Kappus” [1903, pp. 1184-1187], “Sobre el poeta joven” [1913, pp. 1674-1680], en Obras, Plaza & Janés, Barcelona, 1971, trad. José María Valverde, 2da. ed.
— “La poesía como reconstrucción de los dioses y del mundo” [1960], Gastón Baquero, en Ensayo, Fundación Central Hispano, Salamanca, 1995, pp. 11-41.
19— La razón en la sombra. Antología del pensamiento de María Zambrano, Siruela, Madrid, 1993, editor Jesús Moreno Sanz.






Walfrido Dorta Sánchez (Colón, Matanzas, Cuba, 1976)
Filólogo. Ensayista y crítico. Ha publicado ensayos en revistas como Temas, La Gaceta de Cuba, Unión, Encuentro de la cultura cubana, Revista Iberoamericana. Publicó el libro El testigo y su lámpara: para un relato de la poesía como conocimiento en Gastón Baquero (Ediciones Unión, La Habana, 2001, Premio UNEAC de Ensayo 2000).

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