Apenas ayer pude tener en las manos ejemplares de "La luz desnuda", libro que fue publicado en Venezuela gracias a los esfuerzos del Movimiento poético de Maracaibo. Éstas son las palabras con las que el libro abre:
No quiero, en este breve comentario preliminar,
justificar o explicar los poemas que componen La luz desnuda —primera reunión de mi poesía— sino agradecer a las Ediciones del movimiento poético de
Maracaibo, y particularmente a Luis Perozo Cervantes, el bello gesto de
publicar este libro cuando pudiera parecer que la poesía es un lujo
innecesario. Actos como éste revelan que la belleza es una forma de resistencia.
Tal es la mayor de mis obsesiones: la belleza. Creo
(tomo la frase de Thomas Mann) que la belleza es un modo de lo espiritual que
nos llega por medio de los sentidos. Me interesa, pues, el modo en que la
literatura crea belleza para tender un puente que va desde nuestro cuerpo hacia
lo permanente.
Dos documentos completos se incluyen en este libro:
Cuaderno de los sueños, publicado en
2009, y la breve colección Nueva nieve,
que ha aparecido poco a poco en diversos
medios mexicanos y de otros sitios, siendo ésta la versión definitiva. Por motivos
editoriales y de espacio he hecho una selección de los otros libros, Overnight Medley (Brasil, 2014) y Los disfraces del fuego (México, 2015).
Me parece que la lectura de estos trabajos reunidos ofrece al lector una justa
idea de mi modo de escribir, que es mi modo de entender, de confrontar, la
existencia.
Siendo un poeta mexicano radicado en Estados
Unidos, la poesía venezolana y Venezuela misma no me han sido ajenas. Vicente
Gerbasi, Juan Sánchez Peláez (a quien dediqué un capítulo de mi tesis
doctoral) y Eugenio Montejo son poetas
centrales en mi formación literaria reciente: me han marcado. Todos llegaron a
mí gracias a la amistad, iniciada en Cincinnati, con el poeta venezolano Arturo
Gutiérrez Plaza, en cuya casa de Caracas estuve hospedado durante poco menos de
dos semanas en el verano de 2011. Aunque breve y concentrado en una sola
ciudad, ese viaje me sirvió para ponerle rostros, olores y acentos a la
Venezuela literaria y narrada que me llegaba por medio de lecturas y amigos.
En ese mínimo tiempo pude ver algo de la
cotidianidad caraqueña y conocí gente maravillosa. Igual pude ver, porque es
imposible no verlo, el avance de sombras que era y sigue siendo (aunque ahora
mismo parece sonreír una esperanza) la oficialidad del país. Es por eso, porque
a pesar y en contra de eso la belleza es necesaria y posible, que la presente
publicación significa tanto para mí y que no tengo modo suficiente de
agradecerla. Este libro también es un gran abrazo. Desde aquí,
Manuel Iris
Cincinnati, Ohio.
8 de diciembre, 2015
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