Wednesday, October 23, 2013

¿Decíamos ayer?: Mirada retrospectiva a la última década de poesía escrita en Yucatán



Primero, debo dejar sentado que voy hablar del campo literario que me tocó vivir, y de sus posteriores cambios, a partir de que tuve la intención clara de ser escritor, y que por ello no voy a referirme a lo que sucedió antes. Esa historia de la literatura escrita y publicada en Yucatán (en Mérida, quiero decir) antes del año 2000 ha sido documentada ya por gente como Rubén Reyes Ramírez que es, creo yo, quien más se ha preocupado por historiar la poesía del estado. Mi propósito es más modesto: exponer desde mi vivencia personal los cambios que en poco más de una década ha tenido el campo literario yucateco. Este texto es, pues, mi testimonio de esos años.


Durante mis años de bachillerato, que cursé en la escuela Preparatoria No 2 de la UADY (1997-2000) tuve, junto con un grupo de gente de mi edad o de edades muy cercanas, intenciones de hacer literatura y, muy específicamente, poesía. El asunto no era fácil y, si no hubiera sido por dos profesores de esa preparatoria a los cuales recuerdo con mucho cariño, Jesús Aranda y Rafael Pinto, no se hubiera formado el colectivo literario Palabras de mentes ni la preparatoria hubiera conocido su periódico mural-literario de aquel momento, La bizarra lo cura, en el cual los integrantes del colectivo (no quisimos nunca llamarnos taller) publicábamos, muchas veces con seudónimos, nuestros textos. Las reuniones de Palabras de mentes se llevaban a cabo los sábados, muy cerca del edificio central de la UADY, y a ellas asistíamos, entre otros, Nadia Escalante, Omar Góngora, Manuel Tejada, Luz Elena Herrero, Roberto Fitzmaurice y algunos otros amigos que ahora forman parte de la vida cultural yucateca y hasta nacional. Para este momento, sin embargo, no existía una sola revista literaria a la cual pudiéramos tener acceso. Es decir que, si bien existían algunas publicaciones locales, estas parecían imposibles de penetrar y era, por tanto, necesario gestar nuestros propios medios de producción cultural. Pero esto era demasiado pedir para unos muchachos que no desarrollaban una propuesta conjunta, sino apenas un cúmulo de muy incipientes poéticas simultáneas.

Luego vinieron los talleres del novelista Joaquín Bestard, maestro amable y generoso que en realidad nos ayudaba a corregirnos entre nosotros mismos, unos a otros, y que nos ayudó a publicar en unos cuadernos llamados Kuuxeb, que todavía pueden encontrarse en la librería de la UADY, aunque su valor es casi meramente documental. Los talleres de Bestard reunían varios de los nombres que antes formaron parte de Palabras de mentes, y algunos otros como Ragel Santana (cuya lamentable muerte es una herida demasiado reciente), o Juan Esteban Chávez Trava. Paralelamente, la Universidad Modelo también tenía un taller literario a cargo del poeta Rubén Reyes Ramírez. Allí conocí, aunque por motivos de agenda y geografía no fui más que una sola vez, a Virginia Carrillo y a Addy Góngora, por ejemplo.



Mientras todo esto pasaba, algunos nombres y libros de escritores yucatecos empezaban a ser conocidos por nosotros. Eran sobre todo los trabajos de varios escritores activos en la ciudad. Tristemente, varias de estas lecturas y algunas interacciones personales con escritores casi siempre pertenecientes al Centro Yucateco de Escritores, grupo literario local y asociación civil que concentra todavía diversas generaciones, y que tiene un su seno varios creadores de valía como, por ejemplo, Carlos Martin Briceño, y que por un conjunto de coyunturas tanto escriturales como políticas tenía en ese momento la hegemonía incuestionable del campo literario local, acabaron por distanciarnos: el afán de algunos miembros de este grupo por conservar su poder institucional y su protagonismo en el campo cultural, para poder lograr con ello prebendas económicas que se manifestaban en premios, becas y publicaciones locales que, además, no necesariamente traían consigo la garantía de calidad de la obra, nos pareció demasiado evidente. Sin adoptar una actitud contestataria, los que en ese momento éramos muy jóvenes decidimos, sin decidirlo en bloque, no enfrentarnos frontalmente con nadie y hacer nuestras carreras por otros lados tanto en lo estético como en lo institucional, y las condiciones para ello comenzaban a darse. 

Las dos licenciaturas en literatura de Yucatán (una en la Universidad Autónoma de Yucatán y otra en la Universidad Modelo) empezaron a funcionar en el año 2000, y muchos de mis amigos y yo fuimos parte de las primeras generaciones de alguna de las dos universidades. Al surgir estas dos carreras, que nunca fueron antagonistas y cuyos estudiantes siempre han compartido encuentros, fiestas y afectos, surgió con ellas un buen número de manifestaciones literarias independientes: revistas, galerías, foros, publicaciones, etc. Poco después, muchas de estas nuevas manifestaciones fueron gestadas casi enteramente en internet, plataforma que sin duda ha transformado el modo de relacionarse entre autores y lectores no solamente de Yucatán sino del mundo entero. Las redes sociales hicieron su entrada en escena no hace mucho tiempo, pero lo han hecho de forma definitiva. En ese nuevo escenario, que cada vez es más central, las nuevas generaciones tienen más destreza, alcance y presencia. Hemos ganado voz. Sin embargo, esta voz diría pocas cosas si no fuera por lo sembrado antes en las aulas de las escuelas de literatura, comunicación y humanidades: lectores críticos, propositivos. La fundación del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales (CEPHCIS) de la UNAM en Yucatán, ha sido también un factor fundamental para el ensanchamiento de la vida cultural, intelectual y literaria del estado.

Por si lo anterior fuera poco, han llegado a Yucatán las escuelas de escritores. Viendo ello,

regreso a mis días de preparatoria y pienso que en un poco más de una década, tenemos ya dos licenciaturas en literatura, una maestría y dos escuelas de escritores, a lo que se suma una cantidad creciente de revistas, blogs y publicaciones individuales. Además, como es de esperarse, la nómina de escritores y gestores culturales se ha agrandado: la vida literaria yucateca ya no es la recitación de los mismos seis o siete nombres, sino la de los mismos veinte o treinta, tal vez más. El ambiente literario local sigue siendo pequeño, pero ya no es minúsculo como lo era, sin duda, hace diez años. Jóvenes como Nadia Escalante, Mario Carrillo, Marco Antonio Murillo, Irma Torregosa, Rodrigo Quijano, Ileana Garma y varios otros, han sido ya reconocidos y publicados fuera del estado, y no son pocos los que como Raúl Diego, Denis Pech, Alejandro Loeza o Agustín Abreu estudian fuera del país. Del mismo modo, la presencia de autores como José Díaz Cervera o José Ramón Enríquez en Mérida ha avivado la vida cultural local, pues los jóvenes no han dudado en acercarse a ellos, que han sido generosos y han ayudado con su obra y su persona misma a renovar el ambiente literario local. Las visitas cada vez más constantes de escritores reconocidos de otras regiones del país, y de escritores extranjeros (la reciente presencia de Juan Gelman en el Mérida Fest, a través de la Dirección de Cultura del Ayuntamiento a cuya cabeza está Irving Berlín Villafaña, ha sido un acierto trascendental, cosa que podía verse en la cantidad de jóvenes en todos esos eventos) han generado un ambiente distinto, renovado. 

Digo, sin temor a exagerar, que incluso la lectura ha cambiado: Mérida por fin tiene una librería Gandhi, y en poco tiempo tendrá una del Fondo de Cultura Económica. Gracias a ello, libros como Los cantos de Maldoror dejarán de ser un ejemplar esotérico, como lo fue para mí a eso del año 2002. La Feria de la Lectura en Yucatán, Filey, es también un síntoma del cambio en los asuntos literarios, un paso mayor, una buena y bella noticia. Esfuerzos como los realizados tan genuinamente por los jóvenes que son parte de Rutas Literarias, todos ellos parte de la Licenciatura en Literatura Latinoamericana de la UADY, son igual una buena nueva. La labor del Mtro. Jorge Cortés Ancona en el Departamento de Fomento Literario y Promoción Editorial de la Secretaría de la Cultura y las Artes, antes Instituto de Cultura de Yucatán, ha sido también, fundamental para promover la pluralidad de voces en el estado. Han publicado con apoyo de la SEDECULTA representantes de todos los grupos literarios de Yucatán. Por supuesto, esta apertura ha sido mal vista por quienes acostumbraban ser el centro de la vida literaria local. La existencia del colectivo Red Literaria del Sureste, que reúne a varios gestores culturales, escritores y profesores, ha sido igual importante porque ha buscado, más que crear obra, crear lectores y espacios para la lectura y discusión de la misma. 


Quien afirme que no se han variado las anteriores dinámicas del campo literario local, sencillamente se equivoca: los actores son más, las plataformas se han multiplicado, la especialización de la crítica tendrá sus naturales consecuencias. Con todo, este texto es testimonio de una década de cambios, y no la celebración de nada concluido. Estoy consciente de que es un proceso apenas inicial. Los interesados en estos asuntos debemos, únicamente, realizar nuestro trabajo con honestidad. Las cosas seguirán pasando.

Cincinnati, Ohio. Agosto y 2013

No comments:

"Los disfraces del fuego" tiene segunda edición, ahora en Ecuador

  Queridos amigos, me alegra mucho decirles que mi libro “Los disfraces del fuego”, que fue publicado en México hace uños años y ahora está ...