[Prólogo a Jiménez, Juan Ramón. La isla de la simpatía. Visor Libros, España. 2011]
Yo
sé que estoy unido a un destino de Puerto Rico, a un destino ineludible y
verdadero.
Juan
Ramón Jiménez
Escondido tras
la forma de un prólogo el presente texto es un homenaje al poeta Juan Ramón
Jiménez a propósito de una de sus más breves, pero más luminosas,
publicaciones. Empiezo así, directamente, por dos enigmas: ¿Qué es este pequeño
libro, La isla de la simpatía, tan
imposible de definir? y ¿qué en
realidad nos presenta?
Sin ser un diario,
libro de viajes, un poemario ni una colección de narraciones o ensayos, el
libro que ahora discuto escapa, gozosamente, de la clasificación genérica
porque su tema real —Puerto Rico en el poeta— era también un asunto que debía
ser fundado en palabras, inventado. Coherente con la idea que le da sentido, el
texto tiene una forma también por definirse.
Aunque pudiera
dar esa impresión, no asistimos aquí a un conjunto de cuadros de costumbres ni
a una muestra de fotografías verbales. En tanto que el trabajo del fotógrafo y
del escritor costumbrista es elegir las secciones de realidad que se quieren
representar para tipificarlas y fijarlas, el de Juan Ramón es elegir esos
momentos para partir desde ellos hacia reflexiones interiores: acaso
involuntariamente, se usa la luz de afuera para iluminar el propio misterio.
Así, al asomarnos a este libro no presenciaremos una serie de retratos de
Puerto Rico, sino el doble proceso de ocupación esencial entre Juan Ramón Jiménez
y su nueva y definitiva casa.
Fragmentario
pero unido, compacto y disperso, el andar de Juan Ramón por la isla es un desnudamiento continuo: vemos proyectadas en la imagen de
Puerto Rico las obsesiones del poeta, y
en realidad terminamos sabiendo más de él que de lo que pretende describir. Por
ello—sospecha el lector avezado—, aún visitando
ese lugar en ese tiempo, hubiera sido imposible tener esa lectura de una realidad novedosa, porque es exclusiva
de quien la define: habría que haber sido Juan Ramón Jiménez para ver y sentir de
esa manera aquella realidad. Camino tendido hacia afuera, la prosa de este
libro sirve al lector para entrar en la sensibilidad e inteligencia poética de
quien es, junto con Darío, uno de los poetas más influyentes de la lengua
española.
Pocos libros de
Juan Ramón expresan tanto como éste la idea heideggeriana de que la poesía es,
efectivamente, la fundación del ser por medio de la palabra. Estamos frente a
una fundación poética de Puerto Rico que es la fundación Puertorriqueña del
poeta, proceso en que ninguno de los dos sale perdiendo nada de su esencia
original. Se viven y desnudan, se poseen. Después de todo, simpatía significa
primeramente “afinidad de sentimientos”, y esa afinidad llega a ser tanta que
podemos leer:
Algo
de resurreccionista ha tenido siempre Puerto Rico para mí, yo me siento unido a
Puerto Rico en un destino común sin ser de él, y por eso más fuerte todavía,
tanto que yo siempre indeciso en mi lugar de muerte, quiero quedarme cuando mi
muerte sea, muerto aquí. (Prosa XXIX, Un
destino inmanente)
No
exagera el poeta en sus palabras. Puerto Rico, antes de ser su casa definitiva,
se le había aparecido en diversas y definitivas ocasiones, dos de ellas a
partir de una mujer, signo y experiencia fundamental en su vida. Como él mismo
detalla en las siguientes páginas, fue en 1896, siendo él un adolescente que
cursaba la carrera de leyes, cuando se enamoró de una puertorriqueña bellísima,
de nombre Rosalina Brau, que alguna vez le dijo “Tú no sabes cómo quiere una
criolla”, palabras que jamás olvidaría. Tiempo después el amor de su vida,
Zenobia Camprubí Aymar, sería una “mediopuertorriqueña” por parte de su madre
nacida en la isla, y medioespañola, por parte de su padre catalán. Zenobia
sería su compañera hasta el final y su definitivo nexo con la realidad insular.
Por supuesto, fue también Puerto Rico el sitio que lo invitó a salir de España
en plena guerra civil. Con todo ello y algunas otras anécdotas, el destino de
ese encuentro le parece al poeta determinado desde antes: Puerto Rico es un
destino vital todavía más que un destino geográfico.
La isla de la simpatía comenzó
a fraguarse como libro en 1936, año de la primera visita del poeta a la ínsula,
y se continuó hasta poco antes de su muerte.
Orgánico, testimonial, el libro iba creciendo conforme la realidad nueva
le revelaba al autor nuevos ángulos de ella y de sí mismo. Más que escribirse,
el libro se desplegaba.
Como es natural en un proceso como el descrito,
que no tiene final, el texto tuvo que ser publicado de manera póstuma, gracias
a varias notas, apuntes y textos que, reservados en la sala “Zenobia-Juan ramón
Jiménez” de la Universidad
de Puerto Rico, dejaban clara su estructura final y el hecho de que la isla sería
el tema exclusivo de la publicación.
Muchos años
pasarían de la muerte de Juan Ramón hasta que Arcadio Díaz Quiñones y Daniel
Sárraga publicasen, en Puerto Rico, la primera edición de La isla de la simpatía en 1981, conmemorando el primer centenario
del nacimiento del poeta. La segunda edición, mucho más completa y también
puertorriqueña, coordinada por María de los Ángeles Sanz Manzano, fue publicada
en el 2008, conmemorando los 60 años de fundación de La Editorial de la Universidad de Puerto
Rico. Ambas ediciones tienen largas introducciones documentales que
proporcionan el contexto de la obra. El presente prólogo, por razones de
espacio tanto como de interés personal, busca vislumbrar una lectura del libro,
para entregarlo al lector, que tiene ahora en sus manos la primera edición
española de La isla de la simpatía, publicada
con el cuidado y prestigio de la Editorial Visor, dentro del proyecto de
publicación de la obra completa del poeta de Moguer, acto que constituye un claro
y necesario homenaje a una voz indispensable en el orbe de la nuestra poesía, y
acaso de la poesía en general.
Como
lector que jamás ha estado en España ni en Puerto Rico, que sabe que ese viaje
tendría que ser también un imposible viaje en el tiempo, pero que ha visitado
la perenne poesía de Juan Ramón Jiménez, siguiendo y persiguiendo sus vislumbres y
obsesiones, digo sin temor que he entrado, caminado y visto el bello paisaje
doble de la Isla de la
simpatía, sintiéndome deslumbrado por un sol que es y no es el mío. El viaje no concluye. La isla se descubre
sin orillas.
1 comment:
Me interesa leer diversos tipos de cosas, como poemas o distintas novelas. Por eso busco mucho por internet para disfrutar de varios autores diferentes. Cuando consigo vuelos baratos a otro país, averiguo sobre autores representativos del lugar
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