Disponible en Revista Casa del Tiempo
A mi Papá Tomás
I
A veces dicen
que ya estás cansado,
que debería visitar
más a menudo,
estar pendiente.
No vaya a ser
que un día suceda
y yo no esté.
Y tengo miedo, Padre, de que pase.
Pero tú ríes y caminas y me dices
que siga con mis cosas
que todo sigue allí,
que no tenga cuidado,
que aquí me esperas.
II
Supe que un día te metiste al mar
y el mar te dio de frente
pero tus nietos se lanzaron a buscarte
no podían contigo
no podían contigo
y diste vueltas desesperadamente
cuando por fin el mar te levantó.
Saliste así, casi llorando
porque no regresarías.
Habías jurado no volver al mar.
III
Un día naufragué. Estábamos boyando cuando empezó a llover y se perdió la playa. Lloré de miedo pero no lo dije, yo era un chamaco. A la otra noche salimos a otro puerto y andamos a la sirga por un par de días. Llegando al pueblo nos hicieron fiesta. Pensaban todos que nos habíamos muerto.
…dices, luego de años de jamás volver. Vas agarrado de la cuerda de un alijo.
El viejo mar, amigo, te saluda.
IV
Luego pediste tu café de cada tarde
y te pusimos una silla en la terraza.
No decías nada.
Comprendí:
no quiero estar
a solas con tu mar.
V
Hace un momento
que nos despedimos:
en el nombre del Padre, del hijo
y del espíritu santo
y algo que nunca
deja de ser cierto
nos duele en la garganta.
Mi padre y yo somos dos niños que se miran.
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