Monday, February 14, 2022

Cinco poemas de amor escritos por Manuel Iris

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Hacia una posible explicación del amor

 

        

La niña que tú fuiste me saluda

desde el fondo de tus 30 años

y el niño que yo fui

le corresponde, emocionado.

 

Amar es descuidarse

y dejar que los niños que hemos sido

salgan a jugar juntos

 

y que luego regresen

felices y sucios

a mostrarnos hojas

y piedras únicas.

 

El niño que yo fui

quiere salir al patio de la casa

en la que fuiste niña

y jugar en la lluvia contigo.

 

A veces,

mientras caminamos juntos

ellos también

se toman de la mano.

 

 

 

 

(De Lo que se irá)

 

 

 

 

 

 

 

Una mujer y un hombre que se besan sin que nadie (ni siquiera ellos) sepa de su amor, viven en el mismo edificio. Ella arriba, él abajo. A veces, a las dos de la mañana, ella baja un piso y entra sin tocar. A veces sube él. 


 Una mujer y un hombre que se aman sin que nadie sepa de sus besos viven, a veces, en el mismo edificio. También a veces, a las dos de la mañana, sueñan el mismo sueño del insomnio y se preguntan si, abajo o arriba, el otro está dormido.


 Una mujer y un hombre que viven, a veces, en el mismo edificio, se aman y besan sin que lo sepa nadie. A las dos de la mañana, en sueños, uno piensa en subir y otro en bajar un piso. Se ven en la escalera.


 A veces, en la escalera que a las dos de la mañana une el insomnio con el sueño, una mujer y un hombre que viven en el mismo edificio se besan sin que lo sepa nadie.


 A veces, en el mismo edificio, una mujer y un hombre sueñan besos y culpan al insomnio que palpita en la escalera. No saben de su amor.

 



(De Cincinnati, historia personal)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Son

 

 

Odio a todos los que aman

y que felices están.

 

Héctor Lavoe, Qué lio

 

 

Borracho del aroma que dejaste así, tan sin dolerte,

rodeado de cajones, de pedazos de mi casa

a los que ya no acudo

porque allí se esconde 

lo más bello de tus frutos

 

           arrinconado en mí

herido de aguardiente

odio a todos los que aman

y que felices están

y voy, en ebriedad tranquila

a restregarles en la cara mi desprecio

porque yo

no puedo tener

ni amor ni casa mía

y porque vengo

a darle un trago

a mi deseo

y a cantar, en soledad tranquila

que no le tengo

miedo

a recordarte.

 

 

 

                                                      (De Cincinnati, historia personal)

 

 

 

 

 

 

 

 

Mirándola dormir

 

 

 

He leído en tu oreja que la recta no existe

Gilberto Owen

 

 

 

 

Como esta voz, mi lengua
busca el laberinto de tu oreja
y yo te escribo y sé muy bien
que hay algo —hay un lugar— más bello
que tu vientre
aunque jamás lo he visto.


En cambio se revelan
—entrega de la espuma, oseznos de la luz—
tus pies de pan de dulce.


Y no saber el cómo apareciste, no haber vivido

en el momento que tu espalda fue la rosa, abierta luz
de lo que significas.


Afuera escucho algo.


Afuera del poema algo te dice un canto
más hermoso que la piel
pero también más vivo: una caricia: lengua bajo lengua,
sonido bajo letra
en acto de buscarte.


¿En qué momento me has atravesado? ¿Cuándo
tu luz—incendio, llamarada—se clavó en mi pecho?


Hoy puedo hacer un verso en que no mueras nunca.


Un cáliz, un jarrón, un algo que contenga
vino enloquecido, danza, fruta
lenta
carne en movimiento
para entrar en otra carne.


Creyente de tu forma, en mi oración
he decidido no ceder al verbo de tu ombligo, a la floresta
del verano en tus pezones, a todos tus aromas.


Hoy no quiero morir: No quiero ver el río
que se duerme en tus muñecas. No quiero andar
la forma en que te extiendes de tu piel hasta la piel
de todo lo que existe.


Árbol de mí, estoy llegando a tu región más fértil.



 

(De Cuaderno de los sueños)

 

 

 

 

 Victoria del amor

 

 

[Yo] que me niego a reconocer los hechos…

Rafael Cadenas, Derrota

 

 

Yo
que me enamoro de mujeres inauditas

que comprendo más que nadie a los que lloran en los aeropuertos

que he visto ya todos los rostros del amor     cuando se marcha
que he dicho “para siempre”  y he soltado sus manos
que todavía sostengo que el amor existe
que he sido amado, odiado y olvidado por la mujer más justa

que me rio de mí
que  soy  el “ pasará’” , “ no es mi intención”, “ todo es mi culpa”
que aún creo en la esperanza
que lucho por tener una sonrisa presentable
que a veces compadezco a quien espera algo de mí
que no merezco nada
que escribo de vergüenza
que llego a mis poemas como quien se cae

me levantaré del polvo para decir tu nombre

y sonreír con expresión de enfermo, todavía.

 

 

 

(De Traducir el silencio)



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