Durante los últimos meses he estado en contacto, en Cincinnati, con varios reconocidos artistas del llamado Spoken Word o Slam Poetry. He tenido la oportunidad de ver decir sus poemas a Malcom London, una súper estrella de la disciplina a nivel internacional, y también he podido hacerme amigo personal de Tony Styxx, uno de los exponentes más importantes del Spoken word en esta área, el llamado midwest de Estados Unidos. He visto y convivido con muchos poetas locales que representan sus poemas. Todo ha sido porque desde hace casi un año soy uno de los dos entrenadores (tal es el término que se utiliza) de un equipo de poetas jóvenes que hacen Spoken Word y que son ahora finalistas de la versión local de Louder than a bomb, el mayor torneo de poesía Slam del mundo, iniciado en Chicago en 2001. Por supuesto, yo me encargo de revisar los poemas en su versión escrita y otro entrenador, versado en cuestiones teatrales, se encarga de afinar el performance, que es al final lo que hace ganar competencias, torneos, Slams.
Como es natural viviendo en Estados Unidos, desde mucho antes de estos últimos 10 meses he conocido el Spoken Word, muy común en las reuniones culturales de las universidades (aunque sin formar parte del currículo en los departamentos de escritura creativa, que se bastan completamente en lo escrito), y muy cultivado por jóvenes que quieren hacer una poesía que linda muchas veces con el teatro y el hip hop. He visto a los poetas locales de varios estados de la unión americana leer sus poemas, o de plano interpretarlos. Mis estudiantes, por supuesto, saben que yo soy un page poet (poeta de la página) y no un stage poet (poeta del escenario). La diferencia de estirpe es clara pero igualmente es claro que son dos ramas de una familia misma: los poetas, los dedicados a la palabra.
Como es sencillo observar, cada vez es más común en México y tal vez en otros sitios de Latinoamérica escuchar hablar de torneos de poesía en los que los participantes compiten por eliminación, dependiendo del puntaje de los jueces o de los aplausos del público. Esta práctica, que en su versión mexicana no he tenido la oportunidad de observar, me suena muy cercana a la Spoken Word. Otras prácticas como los duelos de hip hop e improvisación igualmente tienen un aire de familia, de modo que las dos tradiciones poéticas (poesía escrita y poesía dicha) son cercanas y andan ambas muy vivas, sin que una sea nunca la negación de la otra. La intención de este texto es, pues, hablar de las diferencias y las similitudes entre page poets como yo, que me dedico primordialmente al poema lírico, y stage poets como Malcom London o Tony Styxx.
Para empezar debemos aclarar que, a pesar de que es ahora promovido como el rostro joven de la poesía, y de que es usado para expresar sobre todo un pensamiento político y una actitud contestataria frente al Status quo, el spoken word es la versión actual del modo más antiguo de hacer literatura: la tradición oral. Alguien, hace miles de años, estuvo con otros alrededor del fuego contando una historia que era igualmente una evocación del misterio. Sus palabras, que fueron también el inicio de la religión y de la magia, no estaban escritas porque no se había inventado la escritura. El tono de su voz y seguramente los movimientos de su cuerpo, su performance, eran parte del significado de su mensaje. En el inicio fue el Spoken Word. La escritura vino luego, ofreciendo la posibilidad de fijar la forma exacta de las palabras a pesar del tiempo, y un modo peculiar de la ubicuidad: la voz del poeta puede estar en un sitio sin que el poeta se encuentre físicamente allí.
Los poetas que hacen Slam son otra versión de los rapsodas griegos, los juglares medievales, los decimeros, los payadores, los poetas repentistas y los narradores orales. La originalidad de nuestros jóvenes ha consistido precisamente en regresar a los orígenes, diría Gaudí.
Por supuesto, los que he mencionado son igualmente los orígenes de la poesía escrita. Es natural: el inicio y el final de todo es la palabra. Creo necesario hacer constar que estoy consciente de la existencia de distintos modos de poema escrito (el poema narrativo, el poema visual, etc.) y de poema hablado (la invocación religiosa, el poema declamado, ciertos soliloquios…). Cada una de esas categorías merecería su propia valoración de mayor o menor cercanía con lo oral, pero no es la intención de este breve comentario hacer ese trabajo exhaustivo. Mi comparación es, pues, entre lo que llamamos poema lírico y el Spoken Word.
Según lo que he observado las intenciones del poeta, del poema y del receptor (lector o miembro del público) son muy distintas cuando se habla de uno y otro tipo de arte. A riesgo de parecer esquemático, me dispongo a separar en esas tres categorías —poeta, receptor y poema— mis observaciones sobre una y otra disciplina.
1) En cuanto al poeta:
El poeta de Slam escribe pensando en su auditorio, poniendo constantemente en su poema (que normalmente escribe y luego memoriza) momentos para hacer gestos o silencios que el público suele llenar con aplausos o palabras, gritos de aliento y a veces hasta bromas o risas. Escribe para provocar reacciones inmediatas, comprobables. Por eso llena el poema de frases inteligentes, de juegos de palabras, de momentos confesionales o incendiariamente políticos, de aforismos agudos, de frases astutas. El poeta que hace Slam busca la adrenalina del contacto directo con el público, del cual se nutre, y comprende que los movimientos de su cuerpo y lo logrado de sus gestos e inflexiones de voz son parte del poema como performance, que sube y baja de intensidad con las respuestas del público, que igualmente reacciona al poeta, que puede improvisar. Escribir un poema, para hacerlo spoken word, es buscar una experiencia inmediata y gregaria.
El poeta de página escribe para sí mismo. Sus palabras nacen de un acto de casi completo solipsismo, y no buscan una reacción comprobable ni inmediata de una audiencia, porque no se dirigen a una audiencia sino a sí mismo, o a un individuo que lo va a leer en soledad. No importa que miles de lectores acudan al mismo poema: cada uno de ellos lo lee por su parte, aisladamente. Escrito el texto, el poeta es prescindible. Su cuerpo, su voz, su dicción y sus gestos no son parte obligatoria de la experiencia del poema. Es verdad que muchos poetas son grandes lectores en voz alta, pero no es esa habilidad (a diferencia de lo que sucede con los otros) lo que define su prestigio. Ser un buen lector de su propia obra es, digamos, un agregado al poema, que tiene la obligación de sobrevivir por sí solo en la página. Escribir un poema es un fin completo en sí mismo, es buscar una experiencia creativa exclusivamente personal, solitaria. El proceso siguiente, la publicación, es posterior al acto creativo.
2) En cuanto al receptor:
El público de poesía Slam busca interactuar con el poeta y con el resto del auditorio, en vivo, en un ambiente en que la energía y el intercambio humano se hacen notables. Asiste a presenciar un acto del cual no solamente es público sino partícipe. Busca una experiencia social inmediata y cargada de intensidad. Se acerca a los poemas sabiendo que sus ojos y sus oídos estarán llenos de los gestos y las palabras del poeta. No busca el silencio sino una especie de diálogo.
El lector de poesía escrita busca silenciarse y silenciar el mundo exterior por medio de la lectura. Es muy probable que igualmente propicie su soledad en el momento de leer. No asiste a auditorios para acceder al poema, que seguramente relee varias veces. No es parte de un público frente a un escenario. La lectura de poemas es un silencioso encuentro de dos soledades.
3) En cuanto al poema:
El poema de Spoken word es un acto escénico y, como tal, sigue claros requisitos de representación: elevaciones y caídas de intensidad y volumen, aumento y disminución de la velocidad del habla, gesticulaciones, ademanes, etc. El arreglo de las palabras en el poema son solamente una mitad del poema como tal, y pueden ser infinitamente mejoradas con una buena interpretación, que en parte guía la recepción misma del texto. Los poemas de Spoken Word, por ser escritos para la inmediatez, desarrollan una anécdota o una idea sencilla, expresada en frases que a veces prescinden de la metáfora en favor de la analogía o la comparación. Los poemas favorecen el juego de palabras, el parafraseo, el calambur, la anáfora y otras figuras de dicción ingeniosas. El poema normalmente expresa una postura muy clara acerca de un asunto, da respuestas y opiniones. Sus mayores fuentes temáticas son historias personales, sucesos políticos o crítica social o cultural. Es un contundente acto de inteligencia y capacidad discursiva: al público le gusta ver al poeta decir largas e intensas parrafadas en las que se acelera la velocidad de la dicción, y las recompensa siempre. El poema busca ser claro y, aunque las usa como recurso en sus versos, evita la polisemia y la ambigüedad en su mensaje final.
El poema escrito provoca el silenciamiento y la reducción de la velocidad vital del lector. Busca una especie de recogimiento parecido a la contemplación que no pocas veces acaba por no ofrecer una resolución contundente sobre lo que se habla o piensa. El poema escrito busca iniciar, no concluir, una búsqueda. Hace preguntas más de lo que ofrece respuestas. Permite la posibilidad de la disertación filosófica, a veces prolongadamente. Su lectura puede interrumpirse y continuarse luego de varias horas, días, meses o años. No es inmediato, ni está guiado por la inteligencia (sin prescindir de ella) sino por la intuición: en su centro palpita un rotundo no sé. La polisemia y la ambigüedad le son casi siempre inevitables, inherentes. Exige paciencia y detenimiento de su lector.
Desde el inicio de la literatura, la poesía escrita y la representada han convivido sin anularse, porque buscan y ofrecen cosas distintas, que se complementan. Ambos son modos sumamente viejos de hacer arte y tienen muchas variantes. El hecho de que uno aparente ser más proclive a la juventud que el otro se debe solamente a sus medios, sus intenciones y su función social. La aparición de la música en una y otra manera de hacer poesía igualmente ha estado allí desde el inicio: la improvisación en el hip hop, los sones o los corridos, es la modalidad actual de lo antiguo.
Mucho queda por decir acerca de estas dos formas de hacer poesía y la diferencia entre sus modos de construir o ganar prestigio. Ahora solamente he querido hablar del poeta, el poema y el lector, para dejar claras algunas ideas que me han parecido importantes. Una de ellas quiero subrayar para terminar este breve ensayo: escrita o dicha, la permanente juventud del poema es sumamente antigua.
Marzo y 2015