Tuesday, August 18, 2015
Entrevista en La Gualdra, suplemento cultural de La Jornada, en Zacatecas
Ésta es la portada de "La gualdra", suplemento cultural del periódico La Jornada en Zacatecas que ayer, 17 de agosto del 2015, publicó una entrevista conmigo acerca de poesía, vida y la reciente publicación de "Los disfraces del fuego". La entrevista fue hecha por Janea Estrada, durante la parada en Zacatecas en el marco de gira de presentaciones del libro en todo el país.
Haga clic en la imagen para acceder al PDF del suplemento entero.
Saturday, August 08, 2015
Tríptico de vislumbres
I
La poesía como asunto íntimo
Esta mañana te sorprendo con
el rostro tan desnudo que temblamos…
Gilberto Owen
Solamente
desnudándose puede uno entrar al poema. La lectura de poesía es—no hay otra
opción— el encuentro entre dos
honestidades. Cada lector y cada poema se entrecruzan, siempre, en la
intimidad: en ella habitan y se habitan.
La lectura de
poesía es una experiencia intransferible, esencialmente subjetiva, que define
al poema tanto como al lector. Por eso creo necesario romper una lanza en
defensa de la lectura desnuda.
Lectura desnuda
es la que se hace desde la honestidad, ambos pies puestos en lo que se quiere y
lo que se necesita, en lo que se dice y lo que se confiesa, en lo que se calla
y lo que se oculta. Lectura desnuda es llegar desde y hasta el poema dejando de
lado (durante la lectura) el nombre de la editorial, los premios del poeta, el
prestigio y su fama. Lectura desnuda es encontrarse con el libro o el poema con
entera humildad, con curiosidad auténtica y pedir lo mismo del poema que
leemos, porque un lector desnudo pide desnudez, y un poema desnudo no acepta
otra cosa. Uno se acerca al poema enteramente vulnerable y pidiéndole lo mismo,
como en el acto amoroso. Es concentrarse en el poema y ya.
Para quien lee
desnudamente, el poeta debe ser valorado después de la lectura de sus libros y
no después de la recitación de sus premios. La carta de presentación del poeta
son sus poemas, no su ficha biográfica. El lector que busca desnudez lee poema
por poema, no autor por autor.
Por eso vale la
pena decirle al lector que tiene derecho a estar en desacuerdo con lo que diga
cualquier academia o editorial, si ha leído verdaderamente y siente que su
sensibilidad le pide otra cosa: puede tener una necesidad distinta, y siempre
hay un poeta, un poema, que puede ser el suyo, y puede perfectamente ser un
poeta del siglo de oro, de otra lengua, un poeta local de su estado, un
desconocido. Puede, igualmente, ser el poeta del que todos hablan, el poeta premiado.
Lo importante es que ese acercamiento se realice desde la honestidad.
Igual vale la
pena decirle al poeta que debe seguirse a sí mismo y no dejarse guiar por lo que dicen los premios y las becas, las
notas de prensa, las listas de mejores, los comentarios de pasillo: también
puede tener una necesidad distinta y, de no seguirla, nunca encontrará su voz.
Por supuesto, hay
que leer a nuestros contemporáneos y que poner atención a la opinión de
aquellos que se dedican a leer, pero ninguno de sus juicios debe dictar el
propio: hay que defender la propia emotividad, pero también —para que sea
saludable, crezca y se afine— hay que alimentarla de lo distinto.
La lectura
desnuda deja claro que es mentira que exista el mejor poeta de una generación, país, época o lo que sea. No
existe el mejor poeta porque los
poetas no pueden ser comparados objetivamente. Existe, eso sí, el poeta con el cual me comunico. El poeta que nos dice cosas,
el que parece no solamente estar hablando de uno, sino desde uno. Existe el poema que, en un momento determinado, nos
corresponde. Y somos libres de buscarlo donde queramos o la intuición nos
dicte. La única condición que pone la poesía es una entrega total.
No hay salida:
la experiencia poética será desnuda, o no será.
II
Poesía y realidad
Aunque lo hace, el poema no busca reflejar ni expresar
lo que sucede en el mundo. Su impulso es otro: responder. La poesía, el poema
concretamente, es una respuesta a la sociedad de su época y es por tanto una
toma de postura, una reacción a la sensibilidad que le es contemporánea. No
espejo sino proyector de video sobre las conocidas calles cotidianas, es el
poema.
Por supuesto, al escuchar una respuesta se puede
inferir la pregunta que la ha generado.
De ese modo indirecto es que la poesía puede funcionar como termómetro
de la realidad, pero lo suyo es encarnar una contestación aunque ésta, ella
misma, no sea una salida sino un estado de la conciencia o del espíritu, un
adentrarse. Contrario a lo que se ha dicho, hoy la poesía no se enfrenta a la
incertidumbre sino que la explora y propone maneras de abordarla, de hacerla
discurso, de decirla con un rostro propio. El poeta es un formulador, un humano
perdido igual que los otros aunque con la capacidad de articular no sus
certezas individuales, sino las dudas de todos sus hermanos: no es el guía de
la tribu sino el vocero de la común orfandad.
El poema no es únicamente una cadena de palabras, emoción,
idea que explota, una estridencia que
busca ser escuchada. La respuesta poética es una posibilidad del ánimo, una
manera otra de habitar la realidad.
Frente al ruido y lo inmediato, por ejemplo, la poesía actual propone (o cuando
menos alguna poesía actual que me interesa) lentitud y calma, remanso,
recogimiento. Perdida ya la fe —si se ha perdido— la poesía es un diálogo con
la trascendencia, un re-ligamiento con el cosmos. En la era de la información
automática, de las transmisiones en vivo de todo suceso a toda hora, la lectura
de poesía es un espacio para la calma, para la lentitud.
La poesía, toda, señala al mismo tiempo lo que tenemos
de individual y de tribu. Vernos así, hermanados en lo íntimo, nos hace frenar
el ritmo de lo personalizable, la rapidez, la individualidad separadora. La
poesía descubre nuestro rostro verdadero tras la máscara de lo inmediato.
Incluso los poemas más explosivos buscan eternizar un instante para verlo suceder
eternamente en la lectura con el ritmo que les corresponde.
Un poema se lee siempre por primera vez, está siempre
recomenzando. Las palabras del poema nacen de y van hacia el silencio, que no
es su anulación sino la tierra en que se siembran y en que surge su
significado.
Precisamente ahora, en estos tiempos de inmediatez, de
comunicación acelerada, la poesía nos entrega la posibilidad de vernos uno al
otro y a nosotros mismos: nos re-une. Tal es su función frente a la realidad.
III
Poesía y trascendencia
(Silencio, transparencia, lentitud)
El poema es una forma del silencio. Incluso hablando
de ruido, de la violencia o lo sórdido, lo propicia y lo crea. La poesía es un
modo de la contemplación y es también (como la contemplación) una manera de
acceder al interior de las cosas y de uno mismo cuando las observa: salir de sí entrando en sí, eso es la
lectura del poema.
Detenerse,
decantarse, recibir: el poeta es un creador de lentitudes, un
propiciador de la pausa. Su trabajo es mostrar lo que hay detrás de las cosas
cuando la realidad se asienta. Su oficio es aprender a desaparecer,
transparentarse: aclarar su caja de resonancia para que en ella vibre el
misterio.
Acercarse al poema no deja más
remedio que empezar a explorar los oratorios interiores, las galerías del
polvo, los sepulcros íntimos. La voz se vuelve un puente entre la carne y la
luz. Por eso es necesaria, frente a la realidad, la lentitud del poema: hace
falta vertebrar el silencio, articular la calma.
Nacida del ahora y sus
preocupaciones, la poesía vence al tiempo. No es presente, pasada ni futura: es
permanencia. Todo poema ya existía y necesita ser inventado. Todo poeta y todo
lector buscan la revelación verbal de un tiempo anterior y posterior al suyo.
Sea cual sea su soporte o su tema,
contemporánea o no, la poesía es necesaria por los dones que la acercan a la
oración o al rezo: silencio, transparencia, lentitud. Palabra por palabra, el
poeta y el lector abren la puerta de su carne para entrar a un sitio que, tal
vez, han habitado antes.
El silencio del poema es el eco de
un silencio anterior al que buscamos regresar. Su lentitud es el pulso de otra
vida. Su transparencia nos permite vernos.
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