Gastón Baquero
I
Yo
no sé escribir y soy un inocente.
Nunca
he sabido para qué sirve la escritura y soy un inocente.
No
sé escribir, mi alma no sabe otra cosa que estar viva.
Va
y viene entre los hombres respirando y existiendo.
Voy
y vengo entre los hombres y represento seriamente el papel que ellos quieren:
Ignorante,
orador, astrónomo, jardinero.
E
ignoran que en verdad soy solamente un niño.
Un
fragmento de polvo llevado y traído hacia la tierra por el peso de su corazón.
El
niño olvidado por su padre en el parque.
De
quien ignoran que ríe con todo su corazón, pero jamás con los ojos.
Mis
ojos piensan y hablan y andan por su cuenta.
Pero
yo represento seriamente mi papel y digo:
Buenos
días, doctor, el mundo está a sus órdenes, la medida exacta de la tierra
es
hoy de seis pies y una pulgada, ¿no es ésta la medida exacta de su cuerpo?
Pero
el doctor me dice:
Yo
no me llamo Protágoras, pero me llamo Anselmo.
Y
usted es un inocente, un idiota inofensivo y útil.
Un
niño que ignora totalmente el arte de escribir.
Vuelva
a dormirse.
II
Yo
soy un inocente y he venido a la orilla del mar,
Del
sueño, al sueño, a la verdad, vacío, navegando el sueño.
Un
inocente, apenas, inocente de ser inocente, despertando inocente.
Yo
no sé escribir, no tengo nociones de lengua persa.
¿Y
quién que no sepa el persa puede saber nada?
Sí,
señor, flor, amor, puede acaso que sepa historia de la antigüedad.
En
la antigüedad está erguido Julio César con Cleopatra en los brazos.
Y
César está en los brazos de Alejandro.
Y
Alejandro está en los brazos de Aristóteles.
Y
Aristóteles está en los brazos de Filipo.
Y
Filipo está en los brazos de Ciro.
Y
Ciro está en los brazos de Darío.
Y
Darío está en los brazos del Helesponto.
Y
el Helesponto está en los brazos del Nilo.
Y
el Nilo está en la cuna del inocente David.
Y
David sonríe y canta en los brazos de las hijas del Rey.
Yo
soy un inocente, ciego, de nube en nube, de sombra a sombra levantado.
Veo
debajo del cabello a una mujer y debajo de la mujer a una rosa y debajo
de la rosa a un insecto.
Voy
de alucinación en alucinación como llevado por los pies del tiempo.
Asomado
a un espejo está Absalom desnudo y me adelanto a estrecharle la mano.
Estoy
muerto en este balcón desde hace cinco minutos lleno de dardos.
Estoy
cercado de piedras colgado de un árbol oyendo a David.
Hijo
mío Absalom, hijo mío, hijo mío Absalom!
Nunca
comprendo nada y ahora comprendo menos que nunca.
Pero
tengo la arena del mar, sueño, para escribir el sueño de los dedos.
Y
soy tan sólo el niño olvidado inocente durmiéndose en la arena.
III
«Yo
soy el más feliz de los infelices».
El
que lleva puesto sombrero y nadie lo ve.
El
que pronuncia el nombre de Dios y la gente oye:
Vamos
al campo a comer golosinas con las aves del campo.
Y
vamos al campo aves afuera a burlarnos del tiempo con la más bella bufonada.
Pintando
en la arena del campo orillas de un mar dentro del bosque.
Incorporando
las biografías de hombres submarinos renacidos en árboles.
Atahlía
interrumpe todo esfuerzo gritando hacia los cielos traición, traición!
Nos
encogemos de hombros y hablamos con los delfines sobre este grave asunto.
Contestan
que se limitan a ser navíos inesperados y tálamos de ruiseñores.
Que
lo dejen vivir en todo el mar y en todo el bosque.
Escalando
los delfines los árboles y las anémonas.
Comprendo
y sigo garabateando en la arena.
Como
un niño inocente que hace lo que le dictan desde el cielo.
IV
Bajo
la costa atlántica.
A
todo lo largo de la costa atlántica escribo con el sueño índice:
Yo
no sé.
Llega
el sueño del mar, el niño duerme garabateando en la arena,
escucha,
tú velarás, tu estarás, tú serás!
«Sí,
es Agamenón, es tu rey quien te despierta,
Reconoces
la voz que golpea en tus oídos».
¿Por
qué vas a despertarle rey de las medusas?
¿Qué
vigilas cuando todos duermen y no estás oyendo?
Las
cúpulas despiertas. Las interminables escaleras de la memoria.
Oye
lo que canta la profunda medianoche:
Reflexiona
y tírate en el río.
De
la mano del rey tírate en el río.
Nada
como un amigo para ser destruido.
Prepárate
a morir. Invoca al mar. Mírame partir.
Yo
soy tu amigo.
No!
Si yo soy tan sólo un niño inocente.
Uno
a quien han disfrazado de persona impura.
Uno
que ha crecido de súbito a espaldas de su madre.
Pero
nada comprendo ni sé, me muevo y hablo
Porque
los otros vienen a buscarme, sólo quisiera
Saber
con certidumbre lo que pasó en Egipto
Cuando
surgió la Esfinge de la arena.
De
esta arena en que escribo como un niño
Epitafios,
responsos, los nombres más prohibidos.
Escribiendo
su nombre y borrándolo luego,
Para
que nadie lea, y los peces prosigan inocentes.
Y
los niños corran por las playas sin conocer el nombre que me muere.
V
«Qué
soy después de todo sino un niño,
Complacido
con el sonido de mi propio nombre,
Repitiéndolo
sin cesar,
Apartándome
de los otros para oírlo,
Sin
que me canse nunca?».
Escribo
en la arena la palabra horizonte
Y
unas mujeres altas vienen a reposar en ella.
Dialogan
sonrientes y se esfuman tranquilas.
Yo
no puedo seguirlas, el sueño me detiene, ellas van por mis brazos
Buscando
el camino tormentoso de mi corazón.
El
horizonte guarda los amigos perdidos, las naves naufragadas,
Las
puertas de ciudades que existieron cuando existió David.
Yo
no comprendo nada, yo soy un inocente.
Pero
los dejo irse temblando por el camino de los brazos,
Sangre
adentro, centellas silenciosas,
Ahora
los escucho platicar por las venas,
fieles,
suntuosamente humildes, vencidos de antemano.
Hablan
de las antiguas ciudades, hablan de mujeres esfumadas, gritan
y corren apresurados.
Esta
mano de un rey me pertenece.
Esta
Iglesia es mi casa. Son mis ojos
Quienes
la hacen alta y luminosa. Aquel torso
Que
sirve de refugio a un bienamado pueblo de palomas
Escapado
ha de mí. Han escrito una letra de mi nombre
En
las tibias espaldas de aquel árbol. ¿Quién es esta mujer?
La
oigo mis verdades. Ella conoce el preciado alimento.
Va
inscribiendo mi nombre sobre sepulcros olvidados.
Ella
conoce la destreza de amor con que se yergue
Dentro
de mí un cuerpo esplendoroso. Ella vive por mí.
¿Cómo
responde cuando soy llamado? ¿Cómo alcanza
A
su terrible boca el alimento que deparado fuera a mis entrañas?
Ahora
comprendo que su cuerpo es el mío.
Yo
no termino en mí, en mí comienzo.
También
ella soy yo, también se extiende,
Oh
muerte, oh muerte, mujer, alma encontrada,
¿Qué
vigilas cuando todos duermen?
Oh
muerte, feliz inicio, campo de batalla,
Donde
las almas solas, puras almas, ya no se mueren nunca,
También
se extiende hacia su extraña playa de deseos
Esta
frente que en mí es destruida por ardientes deseos de otra frente.
Bajo
este murmullo de guerreros por dentro de las venas
Pienso
en los tristes rostros de los niños.
Pienso
en sus conversaciones infantiles y en que van a morirse.
Y
pienso en la injusticia de que no sean niños eternamente.
Y
una voz me contesta:
Eres
el más inocente de los inocentes.
Apresúrate
a morir. Apresúrate a existir. Mañana sabrás todo.
A
su oído infantil, a su inercia, a su ensueño,
Bufón,
rojo anciano, sabio dominante, le dirás la verdad
Diciendo
tus verdades, bufón, anciano dominante, sabio de Dios, alerta.
Mañana
sabrás todo. Mañana. Duerme, niño inocente, duerme hasta mañana.
Le
mostrarás el polvoriento camino de la muerte, anciano dominante,
Bufón de Dios,
poeta.
To-morrow, and
to-morrow, and to-morrow,
Creeps in this
petty pace from day to day,
To the lasta
syllable of recorded time;
And all our
yesterdays have lighted fools
The way to dusty
death: Out, out, brief candle!
Bufón
de Dios, arrójate a las llamas, que el tiempo es el maestro de la muerte.
Y
tú no estás, ya nadie te recuerda el cuerpo ni la sombra.
Hoy
eres el bufón, que se levanta y ríe, padre de sus ficciones, sabio dominado.
Levántate
sobre la última sílaba del tiempo que recordamos, levántate, terrible
y
seguro, imponiendo tu sombra a la luz de la vida.
Life's but a
walking shadow, a poor player
That struts and
frets his hour upon the stage,
And then is
heard no more; it is a tale
Told by an
idiot, full of sound and fury,
Signifying
nothing.
Mañana
sabrás todo.
Vuelve
a dormirte.
La
vida no es sino una sombra errante,
Un
pobre actor que se pavonea y malgasta su hora sobre la escena,
Y
al que luego no se le escucha más, la vida es
un
cuento narrado por un idiota, un cuento lleno de sonido y de furia,
Significando
nada.
Vuelve
a dormirte.
VI
Estoy
soñando en la arena las palabras que garabateo en la arena con el
sueño índice:
Amplísimo-amor-de-inencontrable-ninfa-caritativo-muslo-de-sirena.
Éstas
son las playas de Burma, con los minaretes de Burma, y las selvas
de Burma.
El
marabú, la flor, el heliógrafo del corazón. Los dragones andando de puntillas
porque duerme San Jorge.
Soñar
y dormir en el sueño de muerte los sueños de la muerte.
Danos
tiempo para eso. Danos tiempo. Tú eres quien sueña solamente.
«No.
Yo no sueño la vida,
Es
la vida la que sueña a mí,
y
si el sueño me olvida,
he
de olvidarme al cabo que viví».
VII
Andan
caminando por las seis de la mañana.
¿Querría
usted hacer un poco de silencio?
La
tierra se encuentra cansada de existir.
Día
tras día moliendo estérilmente con su eje.
Día
tras día oyendo a los dioses burlarse de los hombres.
Usted
no sabe escucharla, ella rueda y gime.
Usted
cree que escucha las campanas y es la tierra quien gime.
Recoja
sus manos de inocente sobre la playa.
No
escriba. No exista. No piense.
Ame
usted si lo desea, ¿a quién le importa nada?
No
es a usted a quien aman, compréndalo, renuncie gentilmente.
Piense
en las estrellas e invéntese algunas constelaciones.
Hable
de todo cuanto quiera pero no diga su nombre verdadero.
No
se palpe usted el fantasma que lleva debajo de la piel.
No
responda ante el nombre de un sepulcro. Niéguese a morir. Desista.
Reconcilie.
No
hable de la muerte, no hable del cuerpo, no hable de la belleza.
Para
que los barcos anden,
«Para
que las piedras puedan moverse y hablar los árboles».
Para
corroborar la costumbre un poco antigua de morirse,
Remonten
suavemente las amazonas el blanco río de sus cabellos.
VIII
«Yo
soy el mentiroso que siempre dice su verdad».
Quien
no puede desmentirse ni ser otra cosa que inocente.
Yo
soy un niño que recibe por sus ojos la verdad de su inocencia.
Un
navegante ciego en busca de su morada, que tropieza en las rocas vivientes
del cuerpo
humano,
que va y viene hacia la tierra bajo el peso agobiante de su pequeño
corazón,
Quien
padece su cuerpo como una herejía, y sabe que lo ignora.
Quien
suplica un poco más de tiempo para olvidarse.
La
mano de su Padre recogiéndolo piadosa en medio del parque.
Sonriendo,
sollozando, mintiendo, proclamando su nombre sordamente.
Bufón
de Dios, vestido de pecado, sonriendo, gritando bajo la piel, por su
fantasma venidero.
Amor
hacia las más bellas torres de la tierra.
Amor
hacia los cuerpos que son como resplandecientes afirmaciones.
Amor,
ciegamente, amor, y la muerte velando y sonriendo en el balcón
de los cuerpos más hermosos.
Las
manos afirmando y el corazón negando.
Vuelve,
vuelve a soñar, inventa las precisas realidades.
Aduéñate
del corazón que te desdeña bajo los cielos de Burma.
Sueña
donde desees lo que desees. No aceptes. No renuncies. Reconcilia.
Navega
majestuoso el corazón que te desdeña.
Sueña
e inventa tus dulces imprecisas realidades, escribe su nombre en las
arenas,
entrégalo al mar, viaja con él, silente navío desterrado.
Inventa
tus precisas realidades y borra su nombre en las arenas.
Mintiendo
por mis ojos la dura verdad de mi inocencia.
IX
Estamos
en Ceylán a la sombra crujiente de los arrozales.
Hablamos
invisiblemente la Emperatriz Faustina,
Juliano
el Apóstata y yo.
Niño,
dijeron, qué haces tan temprano en Ceylán,
Qué
haces en Ceylán si no has muerto todavía.
Y
aquí estamos para discutir las palabras del Patriarca Cirilo,
Y
hablaremos hebreo, y tú no sabes hebreo?
El
emperador Constantino sorbe ensimismado sus refrescos de fresa.
Y
oye los vagidos victoriosos del niño occidente.
Desde
Alejandría le llegan sueños y entrañas de aves tenebrosas como la herejía.
Pasan
Paulino de Tiro y Petrófilo de Shitópolis.
Pasan
Narciso de Neronias, Teodoto de Laodicea, el Patriarca Atanasio.
Y
el Emperador Constantino acaricia los hombros de un faisán.
Escucha
embelesado la ascensión de Occidente.
Y
monta un caballo blanquísimo buscando a Arlés.
El
primero de Agosto del año trescientos catorce de Cristo.
Sale
el Emperador Constantino en busca de Arlés.
Lleva
las bendiciones imperiales debajo de su toga,
Y
el incienso y el agua en el filo de su espada.
Faustina
me prestaba su copa de papel
Y
yo bebía del vino que toman los muertos a la hora de dormir.
Pero
no conseguían embriagarme
Y
de cada palabra que decían sacaba una enseñanza.
El
pez vencerá al Arquitecto,
Los
hijos son consubstanciales con el padre.
Si
descubren un nuevo planeta, habrá conflagraciones, y renunciará a existir el
Sínodo de Antioquía.
Y
de todo salía una enseñanza.
Estamos
en Ceylán a la sombra de los crujientes arrozales.
Mujeres
doradas danzan al compás de sus amatistas.
Niños
grabados en la flor de amapola danzan briznas de opio.
Y
en todo el paraninfo de Ceylán las figuras del sueño testifican:
¿Quién
es ese niño que nos escribe en palabra en la arena?
¿Qué
sabe él quién lo desata y lanza?
Me
prestaba su copa de papel.
El
patriarca hablaba desde su estatua de mármol, con su barba natural y
voz de adolescente:
Preparáos
a morir. La hora está aquí. Vengan.
Continuaba
bebiendo el vino de los muertos y fingía dormir.
El
patriarca me ponía su manto para cuidarme del sueño.
Y
oía su diálogo por debajo del vuelo, la voz enjoyada de Faustina, la voz
de la estatua,
el
vino de Ceylán, la canción de los pequeños sacrificados en la misa de Ceylán.
¿Quién
es ese niño que nos escribe en palabras en la arena?
¿Qué
sabe él quien lo desata y lanza?
Una
voz contesta desde su garganta de mármol:
Dejadlo
dormir, es inocente de todo cuanto hace,
Y
sufre su sangre como el martirio de una herejía.
Dormir
en la voz helena de Cirilo.
Con
las soterradas manos de Faustina.
Dialogando
interminablemente Juliano el Apóstata.
X
Echemos
algunas gotas de horror sobre la dulzura del mundo.
Mira
tu corazón frente a frente, piensa en la terrible belleza y renuncia.
Los
ancianos ya tiemblan al soplo de la muerte.
Los
ancianos que fueron también la belleza terrible,
Los
que turbaron un día las débiles manos de un niño en la arena.
Ellos
son los que tiemblan ya ahora al soplo de la muerte.
Piensa
en su belleza y piensa en su fealdad.
Aún
los seres más bellos conducen un fantasma.
Ellos
son los que tiemblan ya ahora al soplo de la muerte.
Escapa,
débil niño, a la verdad de tu inocencia.
Y
a todos los que se imaginan que no son inocentes
Y
adelantándose al proscenio dicen:
Yo
sé.
Dejemos
vivo para siempre a ese inocente niño.
Porque
garabatea insensatamente palabras en la arena.
Y
no sabe si sabe o si no sabe.
Y
asiste al espectáculo de la belleza como al vivo cuerpo de Dios.
Y
dice las palabras que lee sobre los cielos, las palabras que se le ocurren,
a
sabiendas de que en Dios tienen sentido.
Y
porque asiste al espectáculo de su vida afligidamente.
Porque
está en las manos de Dios y no conoce sino el pecado.
Y
porque sabe que Dios vendrá a recogerle un día detrás del laberinto.
Buscando
al más pequeño de sus hijos perdido olvidado en el parque.
Y
porque sabe que Dios es también el horror y el vacío del mundo.
Y
la plenitud cristalina del mundo.
Y
porque Dios está erguido en el cuerpo luminoso de la verdad como en el cuerpo
sombrío de la mentira.
Dejadlo
vivo
para
siempre.
Y
el niño de la arena contesta: ¡Gracias!
Y
una voz le responde:
Sea
Pablo,
Sea
Cefas,
sea
el mundo,
sea
la vida,
sea
la muerte,
sea
lo presente,
sea
lo por venir,
todo
es vuestro:
y
vosotros de Cristo,
y
Cristo de Dios.
Vuelve
a dormirte.
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