Queridos amigos, tengo el extraño gusto de decirles que en unos días se presentará en Chiapas el libro cuya portada ahora les muestro. Se titula Traductor del silencio: acercamientos críticos a la obra de Manuel Iris, fue preparado por Alejandro Loeza, coordinador de la licenciatura en Literatura Latinoamericana de la Universidad Autónoma de Yucatán, aunque el libro propiamente fue publicado por la Universidad Autónoma de Chiapas, con el apoyo del Coneculta Chiapas, y del ayuntamiento de Mérida, Yucatán.
En ese libro se reúnen, con la organización que Alejandro les ha dado, y luego de su estudio introductorio, varios ensayos, reseñas, notas y entrevistas de 23 distintos autores sobre las cosas que hago.
No exagero si les digo que la existencia de este libro me inquieta y me hace sentir muchas cosas. La más elemental es el agradecimiento, que no quiero dejar de expresar. Otra, es que solamente puedo asumir esto pensando lo que hace poco le leí a un personaje de Kundera (no lo cito con la memoria, sino con la emoción) “en la vida he aceptado tantas cosas malas e inmerecidas, que bien puedo aceptar, igual de inmerecida, alguna cosa buena”.
Con ese espíritu agradezco la existencia de este libro, de cada texto y cada autor que lo componen, y el tiempo de quienes lo presenten, y lo lean.
Yo veo todo esto desde aquí, en Cincinnati, mientras mi hija me pide que vayamos por pan dulce, y mientras pongo un poco en orden los libros que en esta casa migran como los pájaros.
No dejo de pensar que no debo pensar en esto. Pero, al mismo tiempo, no quiero dejar de agradecer un libro que no habla de la calidad de mi poesía, sino de la calidad mis amigos. Esa sí la presumo.
Salud, amigos. Salud!
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