Entrevista con Manuel Iris
“Mi vida es testimonio de que la poesía, la lectura de poesía,
hace que la vida valga un poco más la pena. Agradezco, por ello, a
quienes la han escrito, por hacerme sentir acompañado entre los hombres.
La poesía es siempre eso: soledad compartida”, afirma Manuel Iris
(Mérida, 1983).
Ayer, el poeta yucateco recibió el reconocimiento de la Universidad
de Cincinnati, Estados Unidos, al estudiante internacional destacado,
siendo el primero en recibirlo en Artes y Humanidades.
“Me llena de gusto porque es pretexto para que se ponga contenta mi
familia y para celebrar después con mis amigos, en Mérida. Por supuesto,
me honra, pero tengo aquí muchos amigos, de disciplinas diversas, que
pudieron haber ganado el reconocimiento que este año me han dado
solamente a mí. Hace unos años, por ejemplo, Arturo Gutiérrez Plaza,
poeta y escritor venezolano que quiero y admiro muchísimo, fue objeto de
un reconocimiento similar. No pienso, no puedo, compararme con gente de
ese calibre, pero agradezco a la Universidad de Cincinnati, y lo
agradezco mucho, este momento”, dice Iris, quien estudia el Doctorado en
Lenguas Romances en la UC.
Dices que la poesía es la que dicta, que si tienes que hablar de amor
y no de otra cosa, lo harás, pero que antes leerás toda la poesía
amorosa del mundo para “reconocer tu propia estirpe”. En tu caso, ¿en
qué estirpe te ves? ¿a quienes analizas “como el boxeador que ve vídeos
de un rival o de sí mismo” para reconocerse?
Si bien creo que todo poeta pertenece a una estirpe, a cierto grupo
de voces en el concierto de la poesía, pongo atención a muchos otros con
quienes me identifico en modos diferentes. Con algunos, con los que
siento afinidad inmediata, me une un tono que siempre lleva alguna
cercanía temática, verás: soy un poeta que habla, siempre o casi
siempre, del amor, y creo que por ello tonos como los de Pedro Lastra,
Eugenio Montejo, Bonifaz y a lo lejos (pero cerca) los de Catulo,
Propercio y Garcilaso, por ejemplo, me resultan familiares. Con otros
poetas me unen otros temas o el modo de concebir el acto poético: Gastón
Baquero y su modo de pensar en él mismo como poeta y en la poesía
misma; Rilke y su manera de abordar la belleza, que es otra de mis
obsesiones vitales, y Chumacero con su concepción del poema como
escultura verbal, me vienen a la mente. Otros escritores, poetas o no,
pero sobre todo poetas, me enseñan a leer literatura tanto como a
descifrar el mundo mismo: Borges, Pessoa, Elizondo, Paz. y algunos
últimos son la revelación de lo que uno no será jamás: Lizalde,
Watanave, Rosamel del Valle, Sánchez Peláez. y también los siento
imprescindibles por eso: me señalan mi identidad y me arrojan a la
sorpresa, me revelan los matices de una voz o una visión ajena. Por
supuesto, todo esto cambia conforme va cambiando uno. Algunos poetas
dejarán con el tiempo de serme tan cercanos. Otros llegarán después,
otros siempre estarán allí…
Sobre aquel texto tuyo de ¿Para qué sirve la poesía?, dice que “sirve
para revelarnos nuestra naturaleza; pero al compartirlo, ¿estamos
revelando también la naturaleza del otro? Si escribes para que “valga la
pena vivir”, los demás, al leerte, ¿también comprenderán que vale la
pena, que la poesía lo vale?
Esta pregunta la puedo contestar no como poeta, sino como lector: mi
vida ha sido marcada por poemas. He leído cosas que me han cambiado para
siempre. Existen textos que todavía, cada vez que los frecuento, me
revelan cosas de mí, me impulsan a mirarme desde ángulos distintos, y a
entender el mundo de otro modo.
Hablábamos el otro día de los “seudopoetas” que tanto te enojan, que
se proclaman poetas pero no respetan la poesía. ¿Cómo reconoces a un
verdadero poeta? ¿Es aquél con el que te identificas? ¿Y si no te
identificas o no te dice nada, es un mal poeta?
No confundamos: un poeta distinto a mí es eso, y eso no es malo.
Muchos poetas hay que hablan de cosas que no me obsesionan, con voces
muy lejanas a la mía, y terminan por fascinarme. Pienso en Juan Ramón
Jiménez o en Unamuno y sus problemas con Dios, que es algo que no me
quita el sueño, y pienso en la etapa surrealista de Lorca. Son grandes
muy distintos a mí que admiro profundamente, de modo que mi valoración
de un poeta no tiene que ver con que se identifique conmigo, o yo con él
o ella.
Un mal poeta es un poeta que hace mal su trabajo (esto es más
complejo para definirse, pero hay casos muy sencillos, ejemplos visibles
todos los días), que escribe mal, que no logra poner el concepto en el
recipiente, en la forma que le corresponde, de modo que aunque su tema
me interese, me mantiene lejos su manera y me le acerco poco, lo veo de
lejos. (Ojo: muchas veces el lector es el que falla. El tiempo acomoda
las cosas).
Los seudopoetas son un asunto paraliterario, externo: esos son los
disfrazados. No son poetas ni les interesa la poesía ni nada cercano a
ella, sino lo que usan un disfraz de rimador para tomar lo que, a veces,
de ella viene: reconocimiento, alguna fama, a veces dinero y cosas por
el estilo. Esos son los que suelen engordar las listas de poetas en
todas las ciudades del país, del continente y del mundo. Son
generalmente los más ruines. Suelen -así se les puede reconocer, casi
nunca falla- ser los más politiqueros, y viven preocupados de su fama
más que de su prestigio o de su misma obra. Son falsos artistas con
agenda de conveniencias extraliteraria, son escritores de pacotilla. De
esos sí hay que alejarse al momento mismo de identificarlos, por
higiene, por buen gusto.
Decías que dominar la forma poética es llegar a ese virtuosismo que
tiene Maradonna para el fútbol o tu mamá, que no mide la sal en la
comida y le queda perfecta; es decir: que el poema te pida algo y no
haya intermedio entre esa necesidad estética y el recurso que la llena.
¿Dirías que ya has llegado a este punto?
Para nada y, la verdad ni siquiera aspiro a llegar a ello. Yo creo
que el escritor llega al punto, acaso, de identificar inmediatamente qué
es lo que el poema necesita, pero no conozco a ninguno (poeta en serio,
cuando menos) que no escriba borradores. A lo que me refiero con los
ejemplos sencillos de Maradonna y de mi madre es que el poeta conoce de
pronto su instrumento y ya no piensa en usarlo: lo usa y ya. Explora,
juega, se divierte y de todos modos perfecciona, borra, duda. Es dueño
de su juego pero no del campo, de su sal pero no del calor del fuego, de
su voz pero no de la poesía. Puede llegar a ser diestro, pero no,
jamás, debe pensar que superó al poema, que lo tiene dominado.
Sobre escribir por catarsis, decías que luego falta corregir “no para
cambiar el poema, sino para hacerlo tener su verdadero rostro…
“quitarle al canto todo lo que sea grito”. ¿Corriges mucho en busca de
la estética? ¿Qué pasa con esos versos que nunca te terminan de
convencer?
En mi caso, el poema surge a partir de una búsqueda tonal y rítmica:
no tengo mucha idea de lo que voy a decir, y no me interesa. Estoy
pensando en un ritmo, esa especie de tralalá que se hace sílabas que
luego son palabras que se vuelven versos y al final son un poema. Creo
que es esta intención sonora la que me obliga a corregir tanto. Yo
escribo poco, corrijo mucho y tomo mucho tiempo en ello. Trabajo con
mucha calma, pero con mucha emoción.
¿Cómo te ha ayudado alejarte del ambiente literario de Mérida? ¿Te
alejaste por salud mental en parte? ¿Por qué elegiste una universidad en
EE.UU. y no en América Latina? ¿Te interesaba buscar otro sonido en
otro idioma?
La experiencia de estar lejos ha sido infinitamente enriquecedora.
Desde Mérida, que tiene una vida literaria ocupada, ajetreada digamos, y
no por ello siempre buena, como bien se sabe, a veces me costaba
trabajo ver más allá de lo local. Durante mi vida allí, pensar en lo
nacional era ya un acto liberador. Ahora, desde Cincinnati, pero antes
desde Nuevo México, entiendo que pensar en lo nacional es también
ocuparse de un fragmento del espectro poético del idioma, y de lo
universal. Parece obvio, pero no lo es tanto. Yucatán tiene un ambiente
literario demandante, lleno de personajes y grupos cuyo número contrasta
con la cantidad de obras duraderas, en cualquiera de los sectores. pero
eso pasa siempre, en todos lados, y en todo momento histórico. Por eso
es importante, o al menos ha sido importante para mí, salir un rato a
discutir con otra gente. Para ver cosas distintas pero también a veces
para ver lo mismo, de distintos modos.
Estoy en Estados Unidos porque así se dieron las cosas, la verdad es
que una bella conjunción de azar y esfuerzo son la mejor explicación de
mi camino vital hasta ahora. No me arrepiento de nada: mis amigos poetas
en lengua inglesa me han enseñando mucho, y mis amigos poetas de otros
países hispanohablantes, también.
Admiras a Wagner y Mahler, y te gusta el jazz. Tomando en cuenta que
buscas el ritmo en tus poemas, ¿cómo influyen en tu escritura?
No sé bien si los compositores que escucho hayan influenciado mi
poesía, pero estoy seguro de que mi propio trabajo es, en un principio,
musical: escribo con las orejas. Algo debe estar unido a esos nombres,
pero no soy consciente.
¿Seguirás buscando publicar fuera de Yucatán? ¿qué te haría regresar
para ejercer como maestro y escribir poesía? ¿entrarías a otro concurso
como el de Poesía Mérida, que ganaste en el pasado, o prefieres otros
concursos o convocatorias fuera de aquí?
Respondo con cuidado: como ser humano soy yucateco, pero como poeta
soy hispanohablante. Creo que cualquiera puede entenderme: no quiero
publicar solamente, ni primordialmente, en Yucatán, pero por supuesto
que me interesa mucho publicar en el Estado: no lo desprecio ni mucho
menos. Hay en él gente que admiro y respeto, con los que quiero seguir
colaborando o empezar a colaborar. Soy egresado de la Universidad
Autónoma de Yucatán (Uady), uno de los orgullos más altos de mi vida.
Que yo sepa, no hay poeta que tenga como sueño publicar ni ser leído
solamente en la ciudad en la que vive o vivió.
En mis planes a mediano plazo está regresar a Yucatán. Pero uno no
hace lo que quiere sino lo que puede, de modo que no sé qué responderte
más que eso: yo quiero volver, en el futuro, y acaso en el futuro
cercano. Ya veremos si es posible. No depende completamente de mí: uno
debe buscar empleo y conseguirlo, por ejemplo. No tengo, nadie tiene,
todas las respuestas.
Un doctor es responsable de una vida, un albañil, de una casa; el
paciente se muere si el médico falla y la casa se cae o se llueve si la
hacen mal. ¿De qué es responsable un poeta?
Un poeta es responsable de sus palabras y de las palabras. Si hace
mal su trabajo ciertamente no se muere nadie, pero si de pronto todos
los poetas del mundo hicieran mal su trabajo, el mundo sería menos
habitable, sería un sitio todavía más terrible. El poeta, el artista, es
el que guarda el lenguaje y lo hace ir hacia otros sitios: hace
sensibles a los demás. Sus responsabilidades especificas varían según el
contexto: a veces ha sido el que narra las batallas, a veces el que
habla de la paz en medio de la guerra, a veces el que sirve de
conciencia, a veces el que guarda la memoria.El doctor es responsable de
una vida, el albañil de una casa, el poeta, de algún modo, trabaja con
las palabras que le dan sentido a esa vida y que hacen que esa casa sea
más que una estructura: la poesía, con su forma, se encarga de agregar
significado al mundo. Nada menos. La responsabilidad no es poca.-
Patricia Garma (pgarma@megamedia.com.mx).
Autor | Reconocimiento
El yucateco acaba de recibir el premio más prestigioso para un
estudiante internacional de postgrado de la Universidad de Cincinnati
(UC).
Artes y Humanidades
No es la primera persona de México en recibir este premio, pero sí es
el primero en recibirlo por Artes y Humanidades, pues este 2012 es el
año inaugural de esta división en la UC.
Competitivo
El reconocimiento internacional de excelencia es históricamente muy
competitivo. Se recibieron más solicitudes de este premio que para
cualquier otro, según le informó al yucateco la UC.
ProyectosManuel Iris es coordinador de un libro de ensayos sobre Alí
Chumacero, que espera salga pronto, y escribió un libro de poesía sobre
jazz, junto con el poeta brasileño Floriano Martins, también por
publicarse aún.LogrosEn lo artístico, “estoy no satisfecho pero sí
contento con unos pocos poemas que me parecen decorosos, legibles. En lo
académico, me hace feliz pensar en lo mucho que he descubierto que
necesito aprender, y en la certeza de que la docencia, la academia, es
una de mis vocaciones. Ya en lo personal estoy contento, siempre, por la
enorme cantidad de gente que puedo contar entre mis amigos. Soy una
persona rodeada de cariño, y eso no es poca cosa, me hace muy feliz”.